Jesús Almenar Carcavilla.
Día luminoso, algo fresco. El Cierzo, también quería participar del evento y se hizo un sitio. Ocupó, discreto, su lugar en el exterior porque tenía la entrada prohibida al palacio. Así que solo fue el momento de espera.
¡Sí!, habéis leído bien, visitar un palacio, concretamente el de los Luna,
o palacio de los condes de Morata de Jalón.
El edificio data del Siglo XVI (1551), de gran volumen, está construido en tres plantas, en piedra de sillería la primera y ladrillo el resto. A los lados dos torreones certifican la fuerza de su morador.
De su fachada asoma al Coso lo más llamativo, su proyección más imponente: dos gigantes, y como en toda historia, uno bueno y otro no tanto. Como estamos de diversión y visitas agradables mencionaré solo al bueno: Hércules. Mitológico como el que más y con ganas de hacer el bien, usando su arma de madera primitiva pero contundente: ese garrote imponente con el que parece poner en su sitio, al que intente entrar a hacer daño en palacio… o quién salga de él buscando no ser visto… ¡Vaya usted a saber!
El gran Hércules, héroe defensor, observa, desde la seria pero magnífica portada, al grupo esperando la hora de visitar su interior. Y con nosotros un guía de excepción, nada menos que el Presidente de la Audiencia Provincial, don Alfonso Ballestín Miguel, conocedor de la historia del edificio y excelente comunicador.
Todos juristas, miramos el edificio con familiaridad, con respeto y hasta con amor, porque de él, desde hace muchísimos años, fluye la Justicia, esa palabra que tanto encierra y que se suele escribir con mayúscula, porque sobresaliente es la tarea diaria de acomodar el derecho a la vida cotidiana… de satisfacer, a través de la búsqueda de la razón, que ésta se dé a quién la tiene. Tarea, por cierto nada fácil y alguna vez cuestionada. Hércules lo sabe, y mantiene a raya a su contrario… sigo sin querer nombrarlo…no merece estar en esta pequeña crónica…
Nuestro ilustre guía comienza su intervención y escuchamos… observamos los detalles que nos va indicando… unos ya conocidos; los más, absolutamente nuevos para la mayoría. Todo interesante.
El portón nos deja entrar por una pequeña puerta integrada en él. Chocan a primera vista, los sistemas de seguridad, feos pero necesarios en este mundo de Dios. Enseguida don Alfonso nos lleva la vista a los azulejos de Muel; originales de la época. No son espectaculares, porque el palacio en sí, es sobrio… casi demasiado, para ser renacentista. Pero resulta hermoso observar tanta historia… esos artesanos… Todos aquellos artistas que, a través de su obra, siguen ahí después de siglos y siempre admirados.
Enorme patio… Poderío. Porque normalmente el número de columnas marcaban eso, el poderío. Y en este patio hay muchas. La reforma en la década de los años veinte del pasado siglo adecuó el edificio, de forma definitiva, para los usos que han llegado hasta nuestros días, entre ellas la parte alta, quedando cerrada la galería superior que lo circunda, por columnas y una gran cristalera, presentando en su parte exterior medallones con escudos y bustos.
La escalera, noble, amplia, nos lleva bajo el caleidoscopio multicolor de sus vidrieras a la planta principal. A su lado y antes de iniciar el ascenso, nos llama la atención una estatua de la Justicia, una representación, y quizá porque también nosotros estamos de fiesta, que se nos muestra descansando, relajada. Nos agrada verla tan cercana y humana.
Caminando por el acristalado corredor, nuestro ilustre guía nos dirige a la joya, la más discreta y valiosa: la capilla. Su sencillo y precioso retablo muestra una figura de cristo crucificado de enorme valor artístico. Y casi escondida en la penumbra del ambiente, una extraordinaria bóveda de cañón cubre con delicado recogimiento el recinto y también nuestro asombro, por tanta belleza hasta entonces para nosotros desconocida.
A continuación las salas de vistas, que ahora están silentes. Entramos con cuidado, sabiendo como profesionales lo que significan. Admiramos el arte y observamos en reverente silencio los diferentes detalles a cual más sobresaliente; mientras seguimos con especial interés las explicaciones. Para cualquier visitante es interesante lo que se ve y lo que puede aprender en este recorrido. Pero para nosotros, abogados, es algo más, porque en este paseo tranquilo por las tres salas, a la vez que nos entusiasmamos con el maravilloso encaje en madera de sus artesonados, percibimos también las emociones y sentimientos que en esos recintos han tenido lugar: dolor… esperanza… alegrías y miedos.
¡Cuántas vidas… cuantos mundos diversos, habrán pasado por ellas!
La visita toca a su fin; no vamos a dejar sin nombrar al gigante “malo”, somos profesionales del Derecho y creemos en la segunda oportunidad… en la reinserción. Teseo, también la va a tener. Los dos, seguirán custodiando la portada.
Desde este lugar, punto de inicio de la numeración de las calles de la ciudad, el grupo, tras mirar los relojes, decidimos que el mejor broche a tan interesante visita es disfrutar de una buena conversación, todos juntos, en el tiempo sagrado del vermú.