José Luis Artero. Abogado.
Para mi padre. Para todos los padres.
El pasado viernes día 22 de febrero, a las 17.30 h. tuvo lugar la III Sesión del Ciclo de Cine Jurídico que con gran éxito viene organizando la Agrupación de Abogados Jóvenes, que preside nuestra compañera Concepción Baile. Después de “Testigo de cargo” (Billy Wilder, 1.957) y “Veredicto Final (Sidney Lumet, 1.986) en esta ocasión el largometraje elegido fue “Matar a un ruiseñor” (Robert Mulligan, 1.962). Y, de nuevo, casi 200 personas se dieron cita en el Salón Carlos Carnicer del REICAZ para ver esta imprescindible película, basada en la novela homónima de la autora norteamericana, Harper Lee (1.926 – 2.016) quien fue galardonada con el prestigioso Premio Pullitzer en 1.961.
Como comentaristas contamos con el escritor, profesor y cineasta, Luis Alegre, quien además, es el coordinador del ciclo; el periodista y crítico de cine de “El Pais”, Carlos Boyero y quien escribe estas líneas. Desde el punto de vista estrictamente cinematográfico, destacaron las 8 candidaturas al Oscar que recibió la película, resultando finalmente galardonada con tres de ellos: Mejor Actor para un genial Gregory Peck encarnando al protagonista, el abogado Atticus Finch (quien “arrebató” la dorada estatuilla nada menos que a Peter O´Toole, por Lawrence de Arabia); Mejor Guión Adaptado para Horton Foote por llevar al cine la novela de Lee y, Mejor Dirección Artística por la recreación de Maycomb, un imaginario pueblo sureño en Alabama en 1.932.
Asimismo, merecen especial mención la producción de Alan J. Pakula, quien posteriormente se dedicaría a la dirección de thrillers políticos como “Todos los hombres del Presidente” o “El informe pelícano” y la delicada y elegante partitura musical de Elmer Berstein, catorce veces nominado al Oscar.
Los tres críticos cinematográficos invitados coincidieron en la apreciación de que podemos incluir “Matar a un ruiseñor” en la categoría de cine jurídico, pero quizá no tanto en la de cine estrictamente “judicial” ya que la representación del proceso comienza justo a la mitad del film y tan solo abarca 30 minutos de los 129 del metraje total. ¿Por qué entonces está considerada una película de referencia, de auténtico culto para los abogados?. Sirva como ejemplo que desde 1.997 existe un monumento dedicado a Atticus Finch en el Colegio de Abogados de Monroeville (Alabama) y en 2008, Harper Lee fue nombrada “miembro de honor” de la citada corporación.
En primer lugar cabe destacar que el padre de Harper Lee era abogado y “Matar un ruiseñor” constituye, ante todo, un sentido y sincero homenaje a su progenitor a quien respetaba y admiraba. Resultan indudables las referencias autobiográficas por parte de la autora quien, por cierto, también estudió Derecho. Además, la cinta está basada en hechos reales que Lee presenció en el Estado de Alabama cuando tan apenas tenía 10 años (su alter ego, el personaje de Jean Louise “Scout” tiene entre seis y nueve años en el libro), en la época de la segregación racial en Estados Unidos, particularmente en los Estados del Sur. El argumento resulta sobradamente conocido: Thomas “Tom” Robinson un humilde trabajador de raza negra, es falsamente acusado de haber abusado de una chica blanca, delito por el que se enfrenta a la pena capital. El juez Taylor nombra como su abogado de oficio a Atticus Finch, quien tendrá que sobreponerse a los prejuicios, la intolerancia, la injusticia, aún a riesgo de su carrera profesional y de su propia integridad física.
l auténtico secreto de la película y el mensaje que creo que transmite es que para ser un buen profesional en cualquier disciplina, quizá antes haya que comenzar por tener unas buenas cualidades o virtudes como ser humano; en “Matar a un ruiseñor” empezamos por admirar al hombre, a la persona, al padre y, conforme avanza la película terminamos por respetar la figura del abogado.
Attticus se nos presenta como un hombre íntegro, valiente, honrado, dialogante, respetable y respetuoso, educado, empático “nunca llegarás a comprender a una persona si no ves las cosas desde su punto de vista, si no te metes en su piel o caminas con sus zapatos”. Un padre cariñoso que educa a sus hijos en la tolerancia, en la no violencia y mediante el ejemplo: “si no lo hiciera (asumir la defensa de Tom) no podría ir con la cabeza bien alta; ni siquiera podría deciros a ti y a Jem que es lo que debéis hacer”… una de esas pocas personas, hombres y mujeres, que se crecen en la adversidad, dotadas de un temple superior con unas acendradas convicciones morales que, en ocasiones, tan solo pueden ser imbuidas por Dios. Una de ellas, fue un ingeniero llamado Fernando Artero.