Carlos Carnicer, un presidente inolvidable
Texto: Salvador González García. Presidente del Consejo General de la Abogacía Española.

Nos dejaba el pasado mes de abril, y con él, un ejemplo de valores y virtudes inspiradoras: de honestidad, de integridad, de humanidad, de compromiso con una profesión que amaba y a la que sirvió con una lealtad inquebrantable. Las muestras de pesar y tristeza por su pérdida, unánimes en toda comunidad jurídica, expresan en toda su dimensión la profundidad de su legado y la talla de su figura: un gigante del derecho, un abogado con mayúsculas, un gran decano del Colegio de Abogados de Zaragoza y un excepcional presidente, durante 15 años, del Consejo General de la Abogacía Española.

Eso fue y será siempre Carlos Carnicer, un símbolo. Un hombre bueno, en el sentido más amplio y hondo de la expresión. Una persona única y auténtica. Un convencido del diálogo, que además lo practicaba muy bien. Un abogado con conciencia de lo que su profesión representa para la justicia y para el Estado de derecho. Una mente brillante a la hora de entender los horizontes y los mañanas. Un ser humano sensible ante las injusticias y las desigualdades. Un demócrata que quiso y sirvió a las instituciones como lo que son, la espina dorsal de sociedades que buscan en ellas escucha, comprensión, certidumbre y servicio.

Afable y cercano, hablaba claro, sin dobleces y con un sentido común que desarmaba. Lideró reclamaciones que entendía – porque lo eran – justas.

Y las logró, como cuando se derogaron las tasas judiciales, o se replanteó la regulación de los servicios profesionales, o llevando al BOE una Ley de Acceso a la Abogacía que nos homologaba con Europa.

 

Si hoy tenemos ya una Ley del Derecho de Defensa única en el mundo, es porque Carlos fue el primero en ver su necesidad y en reclamarla hace una década. Si hoy somos una Abogacía líder en innovación y en compromiso tecnológico, fue porque él nos posicionó con proyectos pioneros, como la firma digital.

Si hoy Colegios y Consejos trabajamos más unidos que nunca en propósitos y desafíos compartidos – como acabamos de hacer en Jerez en nuestras Jornadas de Juntas de Gobierno – es porque Carlos entendió que no hay manera más inteligente de hacerlo, como bien demostró liderando nada menos que 4 Jornadas de Juntas y 4 Congresos Nacionales de la Abogacía.

Porque creía en ello, se multiplicó para exigir respeto y dignidad para la abogacía del Turno de Oficio, verdadero orgullo de nuestra profesión y de nuestra democracia. No dejó de reclamar lo que, por desgracia, sigue siendo una urgencia, la mejora de sus condiciones. Y no dejó de trabajar para poner a su disposición herramientas de gestión útiles e indispensables, como el Expediente Electrónico de Justicia Gratuita o nuestro Informe del Observatorio de Justicia Gratuita, que en julio de este año sumará 19 ediciones acercándonos a la realidad de un servicio que, pese a todo, se presta con los más elevados estándares de calidad y excelencia.

 

Carlos llevó a la Abogacía Española a una nueva dimensión en cuanto a desafíos, llámense formativos, deontológicos o europeístas. Y demostró con su palabra y ejemplo que la defensa de los derechos humanos, la protección de los más vulnerables no puede ser nunca retórica, gaseosa o equidistante, sino justo lo contrario: activa, valiente y comprometida. Exactamente como él se implicó, impulsando nuestra Fundación Abogacía Española y Derechos Humanos, las Aulas de DDHH o los Congresos de DDHH con los que, junto a nuestros Premios DDHH que también creó, cerramos cada año nuestros ciclos formativos.

“Un solo hombre basta para que haya época”

escribe Andrés Trapiello en uno de sus diarios. Y Carlos Carnicer, su legado y su mirada, construyó y marcó una época inolvidable en nuestra propia historia.

 

Por eso, nada más y nada menos que por eso, le estaremos eternamente agradecidos.