Una exposición de Bellas Artes, libros y artes suntuarias
Texto: Carolina Naya. Profesora de Historia del Arte en la Universidad de Zaragoza / Fotos: Fundación Ibercaja.

El 625 aniversario del Real e Ilustre Colegio de Abogados de Zaragoza se ha celebrado de formas muy distintas a lo largo del año. Sin duda, una de las más entrañables, ha sido la exposición Standum est chartae, realizada en el marco del maravilloso Patio de la Infanta de Zaragoza (12-09 / 20-10) -sede de la fundación Ibercaja-, coincidiendo con las fiestas de nuestra patrona, la Virgen del Pilar. En la exhibición se mostraron piezas artísticas e históricas, todas ellas propiedad del Real e Ilustre Colegio de Abogados de Zaragoza, que se custodian en sus paredes, en la Biblioteca y ornando los espacios comunes. Estas obras acompañan a los letrados zaragozanos en sus quehaceres cotidianos, cuando se acercan a la que es su casa.

El diseño gráfico de la exposición fue llevado a cabo por Marta Ester, de Nodográfico. El traslado de las piezas y el montaje museográfico se hicieron por los Robert. El catálogo de la misma fue coordinado por los comisarios de la muestra, Francisco Alfaro y la que firma este escrito y editado por Prensas Universitarias de Zaragoza. Realizó las fotografías del catálogo Javier Broto Hernando, de La Visual. El equipo de Mandrágora se ocupó de las visitas guiadas, a partir de lo que consideraron resaltar de lo que en la sala se mostraba: más de sesenta piezas ordenadas desde el punto de vista diacrónico en un itinerario en óvalo, a partir de un espacio rectangular tabicado en su parte central, con urnas e islas de obras agrupadas en distintos marcos temáticos. En esta empresa nos ayudaron compañeros, amigos, académicos y profesores. Nos cedieron vitrinas tanto de las propias sedes de Ibercaja, como desde el Museo Pablo Serrano. Por primera vez, estas obras, de índole variada, se estudiaron por reputados especialistas pues, aunque algunas de ellas se habían prestado a exposiciones nacionales y locales, solo habían servido para ilustrar discursos de tipo ensayístico. Hasta ahora no habían sido estudiadas por sí mismas, como obras históricas o artísticas. Ha servido pues este catálogo para ponerlas, por vez primera, en valor.

En cuanto al discurso, se generó en el marco expositivo a partir de tres ejes visuales que, al penetrar en el espacio, dirigían la vista del visitante desde el propio acceso. La primera visual, a la izquierda, inequívocamente debía partir del documento que cimentaba la efeméride, el del 625 aniversario, en un primer espacio de explicación general del documento y de la exposición, que recogía los necesarios créditos expositivos. El documento, firmado en el año 1399, se exhibió abierto en una vitrina; de su lectura, puede desprenderse que la institución ya existía al menos desde entonces, convirtiéndola, de largo, en la decana de su estirpe en el reino de España.

Nuestra institución es la única Real e Ilustre de España.

El segundo eje visual, el más largo, se construyó de frente y hacia el fondo de la sala: nos recibía el lienzo de Diego Franco de Villalba inmortalizado por los pinceles de Bernardino Montañés, que había sido el motivo elegido, en su detalle, para todo el diseño expositivo. Al acercarnos al retrato, podíamos ver, en una vitrina bajo el mismo, el libro que el famoso letrado aragonés sostiene firmemente con su mano derecha: el Fororvm ac Observantiarum Regni Aragonum Codex sive Enodata methodica compilatio, en su edición de 1727. La tercera visual, hacia la derecha del visitante, también era legitimada por una fuente documental e ilustrada por otro lienzo: el retrato del rey Carlos III por Angelo Crescimbeni (hacia 1780), que se dispuso precisamente sobre la concesión del título de Real. El soberbio lienzo, encargado al pintor por el abogado jacetano Pedro Forcada y Miranda durante su estancia en Bolonia como Comisario Real para el control de los jesuitas expulsos, se mostró sobre el Memorial de solicitud del título y honor de “Real” por parte de la Academia de Jurisprudencia Práctica de Zaragoza y finalizaba en sus últimas páginas con la Real Cédula de concesión. En la muestra, el documento, a modo de pliego, se mostraba abierto justo por la parte que recoge la firma real y ratifica la condición regia del colegio zaragozano. Es decir: si el documento del 625 legitimaba nuestra antigüedad, -hoy es el primer testimonio de esta institución-, este segundo espacio nos permitía hacer ostentación de esta concesión.

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Una vez conceptualizada esta división básica, las obras construían lo que necesariamente se debía contar en cinco bloques expositivos, desde el preámbulo concedido al espacio de recepción del documento más antiguo. Las secciones fueron: el Real e Ilustre Colegio de Abogados de Zaragoza; Standum est chartae: una forma de ser; San Ivo, patrón de los abogados; el Colegio de Abogados como institución moderna y su adaptación a los siglos XX y XXI. Del primer bloque expositivo, en torno al retrato de Carlos III, hay que destacar la presencia de algunos incunables, así como el bellísimo Atlas universal que abrimos en este caso por la página del Reino de Aragón, así como el fabuloso escritorio con copete que en el colegio se dispone justo enfrente del despacho de nuestro actual decano, Antonio Morán. Así pues las cosas, las Constituciones sinodales de Zaragoza estaban junto a las Historias de Herodiano de Angelo Poliziano (un poeta italiano del círculo de los Médici), y frente a la ilustrada compilación de mapas del mundo conocido de los parisinos Robert de Vaugondy, geógrafos del rey Luis XV.

El segundo bloque no daba forma solo al lema del colegio, sino que materializaba de modo profundo la identidad aragonesa: estar a lo pactado, a lo acordado, a la carta. Dar palabra y cumplirla. Ambos, tanto el mote junto con la costumbre, son los fustes en los que se sostiene y sustenta el Derecho Civil aragonés. La sección comenzaba con una escultura en forma de Alegoría de la justicia, tal como se concibe el concepto universal desde antaño, como una mujer con sus clásicos atributos: una espada roma apuntada hacia abajo y una balanza romana, con sus dos platillos. Resumía de forma simbólica la justicia imparcial y ciega, reforzada por una venda en los ojos, que puede además ejercer la fuerza si es necesario. Muchas obras del colegio que normalmente presiden el Salón de Actos “Carlos Carnicer” muestran el lema colegial e ilustraban este espacio: los tres reposteros jurídicos, la antigua sillería de la junta de gobierno y la escribanía española en plata, con motivos mitológicos y marinos, que fue un obsequio a Joaquin Gil Berges con motivo de su nombramiento como ministro de Gracia y Justicia, en 1873.

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El tercer bloque expositivo se dedicaba a San Ivo, santo bretón bajomedieval al que ya se acogía el colegio de abogados de Zaragoza en el documento de 1399, que inició y legitimó la muestra. Así permanece el Real e Ilustre Colegio de Abogados de Zaragoza en 2024, 625 años después, celebrándolo y honrándolo cada 19 de mayo. En esta sección se expusieron algunos retratos del santo en distintos soportes; también una pila bautismal de cerámica de Muel y otros documentos modernos que ya muestran al colegio no solo bajo la advocación de San Ivo, sino también bajo la protección de la Virgen del Pilar. El bloque se cerraba con dos obras suntuarias que salían antiguamente en la procesión del rosario general o rosario de cristal: el antiguo pendón de San Ivo, hoy en el Salón de Recepciones del colegio (que guarnece en su centro un retrato antiguo en lienzo del santo) y el farol estandarte, posiblemente obra de los talleres Quintana. Estos dos bloques expositivos, tanto el del lema del colegio como el de sus devociones, conforman dos motivos identitarios de la corporación zaragozana.

El cuarto bloque mostraba una profunda etapa de cambio, cómo la antigua cofradía gremial de San Ivo se fue transformando en un colegio de abogados acorde a los nuevos tiempos, con reformados estatutos y emblemas. Se recogían los lienzos de la galería de retratos del colegio, con personajes ilustres junto con obras escritas de sus manos además de sus togas y distintivos, dotando de materialidad a las imágenes pintadas. La sección recogía la adaptación y aplicación de los Decretos de Nueva Planta de las primeras décadas del siglo XVIII y finalizaba con el desastre de la Guerra de la Independencia. Esta parte también pretendía rememorar la presencia de la antigua sede del colegio, el Convento de San Agustín, donde la institución permaneció hasta la destrucción del inmueble en los Sitios de Zaragoza. Procuramos ilustrar este hecho con algunos grabados de Goya de la serie de Los desastres de la guerra (ca.1815) y con algunas cartas manuscritas del padre Boggiero, que guarda celosamente el decano en su despacho. El religioso las dirigió al abogado Domingo García Ibañes, que combatió a los franceses durante los Sitios de Zaragoza (1808-1809). Basilio Boggiero (1752-1809) dio muestras inequívocas de su ideología antirrevolucionaria, lo que le costó la vida durante el segundo sitio, pues fue arrojado al río Ebro desde el puente de Piedra. En cuanto a las escenas de extrema violencia de la guerra, seleccionamos algunos episodios protagonizados por mujeres, por su decisión, valor y sufrimiento durante aquellos sucesos. Son Testimonio, como explica el profesor Emérito Manuel García Guatas, de la reacción moral y artística de Goya a la brutalidad y a las consecuentes políticas represivas bélicas.

El heroico comportamiento femenino nos encaminaba hacia la siguiente sección, donde la presencia de la mujer se reforzó de distintos modos, a partir de la recuperación de imágenes y datos sobre las más ilustres que iniciaron el camino en la corporación local. Las pioneras en España.

Este último bloque expositivo, dedicado al colegio en la Edad Contemporánea y Actual, mostraba por lo tanto a algunas de sus personalidades más relevantes, hombres y mujeres: decanos, abogados y abogadas del estado, registradores, notarias, profesores, etc. rescatados de distintos modos: desde la tesis doctoral de Belén Causapé, al vídeo de la jura de 2013 realizado por Pablo Aragüés. El visionado de la obra permitía ver a algunas caras conocidas. En el video toman vida los abogados en sus espacios, pasean por el Salón de Decanato, bajan por la escalera, se visten y saludan en la Sala de Juntas y ratifican su condición en el Salón de Actos de la actual sede, el edificio rehabilitado por el arquitecto Teófilo Martín en tiempos del decano Lorenzo Calvo Lacambra (1986-1991), cuyos planos (planta y alzado) también fueron mostrados. No obstante, sintetizar el devenir del Colegio en el último siglo es, evidentemente, una labor muy complicada. La invención de la fotografía también nos ayudó en esta labor, a partir de la serie de decanos realizada por el famoso zaragozano Jarque hacia 1941 y por otros fotógrafos posteriores como Jalón Ángel, por cuyas obras podemos poner rostro a los abogados de tiempos republicanos, dictatoriales, monárquicos y ya, democráticos.

En la inauguración, me tomé la libertad de contar a los asistentes cómo un periodista me había preguntado cuál era la obra más valiosa que se exhibió durante aquellos días: y yo le dije, ¡buena pregunta!, pues no se contestaba fácilmente. Desde el punto de vista de la institución, seguro, le dije, la obra más valiosa es el documento más antiguo, aunque de no conocer su contenido, tendría escaso interés y muy modesto precio en el mercado secundario. No obstante, como hoy sabemos, tras su exhaustivo y casi forense estudio liderado, entre otros, por el profesor Alberto Montaner, el documento otorga mucho valor al colegio zaragozano y legitima todas las celebraciones que se han hecho durante este año. También servirá, sin duda, para celebrar otras festividades, en centurias venideras. Pero, evidentemente, desde el punto de vista crematístico, -supongo que en realidad se me preguntaba por esta cuestión, pueden ser los más cotizados los grabados de Goya, la escribanía de plata, el escritorio, algunos libros, o incluso, algunos de los retratos aquí citados. Sin embargo, terminé por referirle al periodista cómo por su valor sentimental, por cuestiones puramente intangibles, a algunas obras no se les puede poner precio. Este puede ser el caso de la toga del Justicia Emilio Gastón, regalada por su viuda al que fue su colegio que, además, desde su análisis puramente morfológico y a pesar de estar realizada tan sólo a comienzos del siglo XX, todavía recoge las formas antiguas de las primeras prendas de la abogacía, rememorando, en el volumen de sus mangas, las prendas más antiguas de nuestros letrados, la loba y la garnacha española.

Como comisarios, no nos queda más que agradecer el privilegio y la confianza depositada en nosotros. Ha sido una confianza ciega, a partir de la recomendación de nuestro gran amigo, otro Emérito, el profesor Guillermo Fatás. Muchas gracias y muchas felicitaciones para el ReIcaz. Le deseamos una larga y próspera vida, a manos llenas de celebraciones.