El ReICAZ, una historia ligada a Zaragoza
Pedro Galán Carrillo. Abogado y comisario de la exposición / Fotos: Ayuntamiento de Zaragoza.

La brillante exposición conmemorativa del 625 Aniversario del Colegio de Abogados que tuvo lugar en el espacio IberCaja Patio de la Infanta se ha complementado con otra exposición sobre la historia colegial en el Paseo de la Independencia. En esta última se comprimen 625 años en veinticuatro mupis o lentejas que abarcan desde el documento acreditativo de la existencia continuada de una agrupación de abogados en la Zaragoza de 1399 para llegar, de forma ininterrumpida hasta la actualidad. Se han utilizado tres obras imprescindibles, la monografía de Luis del Campo Armijo sobre “El Real e Ilustre Colegio de Abogados de Zaragoza 1546-1952” (Zaragoza, 1952), la tesis doctoral de Daniel Bellido sobre la “Historia del Real e Ilustre Colegio de Abogados de Zaragoza (s. XII-1838) Los abogados y sus corporaciones” (Zaragoza, 2013) y un magnífico estudio multidisciplinar sobre “La cofradía de abogados de San Ivo. Edición y estudio del documento fundacional del patronato de Bordón (1399)” (Zaragoza, 2024). Estas obras, junto al catálogo de la exposición conmemorativa a la que me refería al principio forman ya un cuerpo imprescindible para abordar futuros estudios sobre nuestra institución.

De la lectura conjunta de estas obras se desprenden varias ideas que el tiempo ha ido constituyendo en signos distintivos del colegio y que son las que se ha procurado destacar en esta exposición en la calle. El espíritu solidario, la preocupación por la formación práctica de los colegiados, por la previsión social y por el foralismo. Y, claro es, por la defensa institucional de la profesión.

El espíritu de solidaridad

La historia muestra el carácter solidario de la institución, primera en establecer un turno de oficio (“dos abogados de pobres”) en 1576, con anterioridad incluso a sus pioneras ordenanzas de 1578. Esa solidaridad también se vio en la guerra de la Independencia, cuando el colegio entrega la práctica totalidad de sus fondos disponibles para la lucha contra las tropas napoleónicas. A este respecto se traen dos cuadros de César Álvarez Dumont ambientados en la defensa del convento de San Agustín, lugar donde estuvo la primitiva sede colegial. No son estos los únicos cuadros que este pintor dedicó al tema, hay otro menos conocido y probablemente el mejor de los tres. Ese espíritu de solidaridad se mantiene incluso con servicios de asistencia a colectivos desfavorecidos cuyo mantenimiento es sufragado íntegramente por el colegio.

La formación práctica

Otra preocupación mantenida en el tiempo, tal como se ve en esta exposición, es la formación de los abogados a través de diversas instituciones vinculadas al colegio y también a la universidad. Así vemos un poco conocido sello en relieve de una de esas instituciones de formación, la “Ilustrísima Academia Práctica de Zaragoza”, donde se mezclan la balanza, la señal real de Aragón, la Santa Columna, el león zaragozano y tres carpetas representando sendos legajos.

La previsión social

El Colegio de Zaragoza también fue pionero en la creación de la primera institución social de la abogacía, el “Monte Pío de los abogados del Real Colegio de la Ciudad de Zaragoza”, ya en 1771. Esta institución se extinguió con las leyes desamortizadoras del XIX pero ya muestra la preocupación por la asistencia y socorro de las viudas y huérfanos de los abogados de la época. Parece que no hayamos cambiado mucho cuando en nuestros días seguimos a vueltas con la integración o no de la Mutualidad en el RETA.

El foralismo

Ya desde la pérdida de los fueros aragoneses a raíz de la guerra de Sucesión hay abogados que buscan su recuperación. Esa línea foralista se mantiene por la corporación desde esa época a la actualidad. Lo que se ha manifestado en proyectos legislativos nonatos, en leyes que sí han visto la luz, en la participación en la Compilación de Derecho Foral de 1967, en el papel de muchos abogados zaragozanos en el desarrollo autonómico aragonés. Esa preocupación por el derecho foral se ve hasta en el uso del principio “Standum est chartae” como lema colegial.

La incorporación de la mujer a la abogacía

Zaragoza también fue un colegio pionero en esta materia, estableciendo estatutariamente la posibilidad de la colegiación femenina ya en la Dictadura de Primo de Rivera, primero casi anecdótica y supongo que mayoritaria en no mucho tiempo.

El establecimiento del Consejo General de Colegios de Abogados de España

Esta institución no hubiera visto la luz en 1943, seguramente hubiera tenido que esperar más tiempo de no ser por el impulso de un decano de Zaragoza, Emilio Laguna Azorín. En la exposición se trae la página del BOE con el Decreto que lo establece. La presencia con plaza permanente en el Consejo viene de la mano de otro decano, Ramón Sainz de Varanda. Y todos recordamos la presidencia de Carlos Carnicer en el Consejo General de la Abogacía. La exposición reproduce una portada de la revista colegial en la que se ve a Victoria Ortega, a Carlos Carnicer y a Antonio Morán.

Fondo y formas

Se pueden ver la permanencia de muchos ritos en el inicio del ejercicio profesional, antaño jurando los Fueros, luego jurando los Evangelios, hoy jurando (es decir, poniendo a Dios por testigo) o prometiendo (es decir, empeñando nuestra palabra) ejercer la profesión de abogado “de buena fe, con libertad e independencia, lealtad al cliente, consideración al compañero y respeto a la parte contraria, guardando secreto de cuanto conociere por razón de mi profesión”. Fórmulas análogas se emplean en los demás colegios de España.

En nuestras juras colegiales han desaparecido los Evangelios y el Crucifijo, solamente se jura o promete sobre la Constitución, pero si seguimos a Pedro Crespo concluimos que es indiferente jurar que prometer porque “el honor es patrimonio del alma y el alma solo es de Dios”. No por otra cosa las leyes procesales también son llamadas “leyes rituarias”. Aparte de en lo ritual el factor religioso es ineludible en el Derecho: también está en el primer documento acreditativo de la existencia de nuestra cofradía (la capellanía de Bordón), en el tradicional patronazgo de San Ivo o en el censal de Erla (que pretendía burlar la prohibición eclesiástica de los préstamos a interés).

625 años. Un punto y seguido

Tras la clausura de este brillante aniversario a caballo entre los 500 y los 750 años seguirá la historia en su día a día más rutinario y menos solemne. No sabemos cómo cambiará en el futuro el ejercicio profesional con los avances tecnológicos que parecen inagotables, pero no tengo duda de que la profesión seguirá ahí, reinventada, más tecnológica todavía pero siempre defendiendo y aconsejando a los ciudadanos. Como siempre desde que las sociedades han ganado en complejidad.