In Memoriam Alfredo Álvarez Alcolea
Miguel Ángel Aragüés

Conocí a Alfredo Álvarez Alcolea hace setenta años. Ambos teníamos tres años y durante los siguientes diez compartimos clase y pupitre en el Colegio de Corazonistas. El abecedario nos mantuvo unidos, pues después de Álvarez venía Aragüés. Luego, ya con trece, yo dejé el Colegio y perdimos el contacto hasta que nos volvimos a encontrar, cuarenta años después, en la Junta de Gobierno del Colegio de Abogados. Él como Diputado 10º y yo como Gerente. Hoy, cuando vuelve a hacer años que no nos vemos y ambos hemos llegado a en los setenta y tres, recibo la noticia de su muerte y algo se revuelve en mi interior.

Alfredo Álvarez Alcolea se colegió en el Real e Ilustre Colegio de Abogados de Zaragoza un 30 de enero de 1974, cuando los abogados en Zaragoza no llegaban a mil y el Colegio ocupaba un pequeño y oscuro espacio de apenas 200 metros cuadrados en lo que entonces era Audiencia Territorial y hoy Tribunal Superior de Justicia de Aragón. Vistió la toga cuando el bolígrafo bic era el invento más revolucionario que había conocido la Administración de Justicia y los ordenadores no habían aparecido ni en el cine. Pero con esa toga a cuestas, sin jamás mancharla ni avergonzarla, vivió en primera línea la inmensa transformación experimentada por el Colegio hasta ser lo que es en nuestros días.

En primera línea, pero en silencio, que Alfredo siempre fue persona discreta, más inclinada al trabajo serio que a las exhibiciones vacías de contenido con los que a muchos les gusta presumir. Por eso hoy, cuando nos ha dejado, también en silencio, muchos, muchísimos compañeros no sabrán quien fue Alfredo e incluso muchos de los que le conocieron no sabrán lo que hizo en y por el Colegio.

Porque Alfredo ha dejado una muy especial huella en el Colegio de Abogados de Zaragoza. Una huella que tu tienes hoy en tus manos.

Elegido Diputado 10º de la Junta de Gobierno en enero de 1991, formando parte de la candidatura de Carlos Carnicer, en ella permaneció hasta enero de 1995, cuando finalizó su mandato. En ella asumió la responsabilidad del Turno de Oficio, que ya era asumir, y la ostentó hasta finales de 1993, cuando con la renovación de la mitad de la Junta de Gobierno el Decano remodeló las responsabilidades de los Diputados, pasó la del Turno a Carlos Sánchez Noailles y encargó a Alfredo, conocedor de su pasión por la literatura y la escritura, la ardua tarea de sacar adelante las publicaciones del Colegio.

Por eso Alfredo organizó y coordinó a los compañeros que elaboraban la Jurisprudencia Aragonesa, hoy desaparecida, para entregarla puntualmente a todos los colegiados y por eso asumió la remodelación y dirección del Boletín del Colegio, De la revista que tienes en tus manos.

Porque Alfredo fue el director del Boletín colegial, que iba a evolucionar hasta, en diversas fases, convertirse en la actual revista. Fue entonces cuando la vida me puso de nuevo a su lado, al hacerme cargo en 1993 de la Gerencia del Colegio y visto su entusiasmo puse cuanto de mi mano estuvo para que pudiera sacar adelante su labor, especialmente poniendo a su disposición a Mari Luz Ascaso, que fue su mano derecha habitualmente, su mano izquierda cuando había que templar gaitas, e incluso sus dos manos cuando a él le empezaban a salir culebrillas por las orejas y necesitaba como el comer coger papel y pluma y perderse en la escritura.

Me ha parecido que no era justo que se cerraran los ojos de Alfredo sin que el Boletín al que tanto tiempo y cariño dedicó le dedicara un recuerdo que le reconfortara con una última lectura allá donde esté. Gracias, amigo Alfredo, gracias, compañero, y descansa en paz.