Miradas perdidas en una sala de vistas: el retrato del rey Felipe VI
Pedro Galán Carrillo. Abogado.
La sala de vistas como escenario

Un tablero de ajedrez y una sala de vistas son campos de batalla más o menos incruentos. En el primer caso se enfrentan dos ejércitos encabezados por sendos reyes. En el segundo se enfrentan dos partes y un juez dirige la contienda bajo la atenta mirada (es un decir) del rey, en cuyo nombre se administra la Justicia. A veces las salas son escenarios solemnes (pienso en el Tribunal Superior de Justicia de Aragón), otras en cambio son más funcionales, acaso desangeladas. Los abogados nos presentamos de uniforme a este peculiar combate salvo que una pandemia, pongamos por caso, permita dispensar el uso de la toga. En las modernas salas de vistas las únicas concesiones estéticas son la presencia de las banderas nacional y  autonómica (habitualmente de raso y con escudos bordados, otras veces de simple tela y con escudos serigrafiados), el símbolo de la justicia que adorna la mesa o las paredes del tribunal o el retrato del rey con atributos propios de la justicia que preside la sala. A este retrato voy a referirme, explicando qué simbolizan sus distintos elementos.

La toga y las puñetas

El Estatuto General de la Abogacía de 2001 acabó con la obligación de los abogados, sistemáticamente incumplida, de comparecer ante los Tribunales con traje, corbata y zapatos negros, camisa blanca, vistiendo toga y potestativamente birrete. A partir de entonces, la única obligación formal de los abogados fue la de vestir toga y potestativamente birrete, adecuando la indumentaria “a la dignidad y prestigio de la toga que visten y al respeto a la Justicia” (artículo 36 del Estatuto General de la Abogacía de 2001). El artículo 56 del vigente Estatuto suprime la referencia al birrete y a la dignidad y prestigio de la toga para hablar simplemente del “derecho a intervenir (…) vistiendo toga, adecuando su indumentaria a la dignidad de su función”. Celebrar vistas sin usar toga me ha permitido comprobar que esta prenda, como decía Ángel Ossorio, tiene alma. En sala, la toga de los abogados, sin distintivos de ninguna clase (salvo las que son propiedad de los colegios de abogados), plasma el principio de igualdad y homogeneiza a los contendientes, aunque sea en el terreno meramente estético. Tal vez el raso de la toga, como las solapas de un esmoquin, permite que todo lo que se vierte en un juicio, igual que las cenizas de los cigarros, resbale por encima de ella sin llegar a traspasarla ni a mancharnos, cualquiera sabe. También el traje de faena de los cirujanos es verde por ser éste el color complementario del rojo. De esta forma la sangre se nota menos. Los daltónicos ni eso.

La toga regia, como la de los magistrados (no así la de los jueces) lleva vuelillos en las bocamangas. Este símbolo de los vuelillos o puñetas es metáfora del laborioso y delicado trabajo de impartir justicia, de ahí que en ocasiones se borden abejas en ellas. La expresión “mandar a hacer puñetas” significa enviar a alguien molesto a un sitio apartado (los conventos o la cárcel, donde monjas o presas bordaban estos adornos) para tenerlo entretenido y que no incordie. Alfred López sugiere esta divertida hipótesis sobre el origen de esta expresión en su blog en “20minutos”: “(…) una última hipótesis (…) nos lleva hasta Portugal, ya que, en el país luso, ‘punheta’ es un término coloquial para referirse a la masturbación allí, existiendo algunas frases hechas que usan el término ‘fazer punheta’ para decir ‘vete a masturbarte’“. El aragonesísimo: “Tira a cascala”. Quedan así acreditadas la profunda unidad de los pueblos ibéricos y mi irreprimible tendencia al chascarrillo. Ustedes disculpen.

La placa

Este distintivo es diferente para las tres categorías de la carrera judicial: plateada para los jueces y dorada para magistrados y magistrados del Tribunal Supremo. El rey, cómo no, ostenta placa de magistrado del Tribunal Supremo. El artículo 117 de la Constitución señala que la justicia emana del pueblo (novedad respecto al constitucionalismo histórico español) y que se administra en nombre del rey (fórmula histórica habitual). Esta placa lleva dos cuarteles, uno con las armas de España y otro con símbolos propios de la Justicia.

El Gran Collar de la Justicia y el Collar del Ministro de Justicia

El collar es la pieza más interesante de toda la simbología de este retrato y más aún por todos los errores bibliográficos y protocolarios que ha generado y que se han consolidado. Simplemente voy a espigar los datos más relevantes, siguiendo de cerca un cuidadoso trabajo de David Ramírez Jiménez, “Los Collares de la Justicia: un estudio aclaratorio”, revista “Hidalguía”, Madrid, 2014.

El “Gran Collar de la Justicia”, que ya adelanto que no es el que luce Don Felipe en los retratos oficiales, fue un regalo de Isabel II a la magistratura española y fue realizado por Pablo Cabrero en 1844. Consta de 18 eslabones esmaltados: nueve de ellos contienen en su centro un libro abierto y bajo él (por si la ley sola no fuera suficiente) una espada; los otros nueve tienen una balanza y un haz de lictores con un hacha. Estos eslabones se unen a otro formado por dos serpientes enredadas (¿podrían simbolizar el conflicto entre las partes?) y un ojo. El símbolo del ojo proviene de los Reales Consejos y da a entender que estas instituciones eran los mismísimos ojos del rey. Una muestra de la metáfora organicista del cuerpo político, también  empleada por San Pablo en sus epístolas. Bajo el ojo cuelga una medalla con el actual escudo de España. Este collar es el que exhibe Nicolás María Garelly y Battifora (1777-1850), primer presidente del Tribunal Supremo en usar el “Gran Collar de la Justicia”, en un cuadro que conserva la Universidad de Valencia, de la que también fue catedrático. Y es también es el motivo principal de la cúpula de la Rotonda del Tribunal Supremo: España, bajo un dosel, escoltada por un macero, impone a un juez respetuosamente inclinado este “Gran Collar de la Justicia” y con él asume la obligación de impartirla. Es un fresco de José Garnelo y Alda de 1924.

Gran Collar de la Justicia.

Rotonda del Tribunal Supremo. Detalle.

Existió también un collar pequeño o de diario, realizado por Félix Samper en esa misma fecha, actualmente en paradero desconocido. ¿Se perdería en el incendio del Tribunal Supremo de 1915? Lo cierto es que en esa ocasión se lograron salvar muchos objetos de valor. ¿Desaparecería en algún viaje consecuencia de la guerra civil? Hay que recordar que, a medida de los avances de las tropas nacionales, el Tribunal Supremo republicano se trasladó a Valencia y de allí a Barcelona. El caso es que perdido está y solo queda un dibujo de cómo fue. Lo podemos ver en el estudio de Ramírez.

Y ahora vamos a ver qué collar exhibe Don Felipe en el retrato oficial: se trata del “Collar de la Justicia” o “Collar del Ministro de Justicia”, realizado por Francisco Moratilla en 1871. Su coste económico fue notable y el ministro de Justicia de la época, Eugenio Montero Ríos fue preguntado al año siguiente en el Congreso por el precio y por la forma de pago. La respuesta fue que costó 5.000 duros (en realidad fueron 7.000) y que se costeó con la venta de ediciones oficiales del Ministerio de Gracia y Justicia y con un remanente que provenía de los depósitos perdidos por los litigantes al interponer los recursos de casación civil.

Collar de la Justicia o Collar del Ministro de Justicia.

El “Collar de la Justicia” o “Collar del Ministro de Justicia” utiliza entre sus eslabones alegorías de las virtudes cardinales (principios de las demás virtudes: prudencia, justicia, fortaleza y templanza), los emblemas de las órdenes militares (cruces de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa), varios ojos y una medalla que representa a España. También el escudo monárquico simplificado, el que combina las armas de Castilla y León.

Hasta 2012 se custodió en el Ministerio de Justicia. Ese año, coincidiendo con el CC aniversario de la creación del Tribunal Supremo, el entonces ministro de Justicia (Ruiz-Gallardón, más recordado por la reintroducción de las tasas judiciales) lo entregó (las noticias dicen de forma un tanto incomprensible a la vista de lo explicado que “lo devolvió”) al Tribunal Supremo.

Ambos collares se reparten protocolariamente entre el Rey y el presidente del Tribunal Supremo en los actos solemnes como la apertura del año judicial. Si acude también el ministro de Justicia suele usar la Cruz de Honor de la Orden de San Raimundo de Peñafort a cuya Junta de Gobierno pertenece. Y así se completa el equilibrio estético en estos eventos que el prematuramente fallecido David Gistau tildaba de “reuniones de sumilleres” por la profusión de medallas, placas, collares y aderezos varios que ostenta la concurrencia.

Hablando de la apertura del año judicial, la continuada asistencia de Don Juan Carlos tuvo un curioso origen que nos cuentan Carlos Berbell y Yolanda Rodríguez: en 1980 acababa de nacer el Consejo General del Poder Judicial y el entonces ministro de Justicia, Pío Cabanillas, dijo que iba a presidir el acto de apertura de tribunales, como hacían hasta entonces sus predecesores. Federico Carlos Sainz de Robles, presidente del Supremo y del naciente CGPJ y Rafael de Mendizábal, presidente de la Audiencia Nacional, fueron a hablar con Don Juan Carlos para exponerle el conflicto y “neutralizaron” al ministro. Ese año el monarca presidió el acto de apertura del año judicial y casi todos los posteriores hasta su abdicación. La relación de fechas y presidencias se puede consultar en el estudio de David Ramírez.

No se me va a preguntar pero yo lanzo mi conclusión: el origen de este pequeño embrollo se debe, simplemente, a que el “Collar de la Justicia” o “Collar del Ministro de Justicia” es más vistoso que el “Gran Collar de la Justicia” y por tal motivo se estima de categoría superior.

El Toisón de Oro

A pesar de ser una de las insignias más prestigiosas del mundo voy a pasar de puntillas por ella. Es el símbolo de una orden de caballería fundada por Felipe III de Borgoña en 1429 y nos lleva nada menos que a la mitología griega, al vellocino o carnero de oro que persiguieron Jasón y los argonautas. No es una orden territorial sino dinástica. La Guerra de Sucesión española supuso la escisión de esta orden en dos ramas, la austriaca y la española. Y tiene una peculiaridad: una vez fallecidos los miembros de la Orden tienen obligación de devolverlo. Se supone que de ello se ocuparán los albaceas o los herederos, otra alternativa sería inquietante. No siempre se cumple este deber: también se pierden. Pese a ser una orden vinculada a la defensa de la fe ha habido protestantes y ortodoxos que han ostentado esta distinción… hasta el emperador de Japón. Y hay algunos caballeros que han ostentado tanto el collar español como el austriaco. Como decía Tomás y Valiente, la historia (él hablaba de la historia del derecho en particular) es una saludable escuela de relativización.

Tres reyes en el Supremo

No me refiero a ninguna vicisitud procesal, si bien el primero de estos reyes (Alfonso XIII) fue declarado solemnemente fuera de la ley y privado de la paz jurídica por la Comisión de Responsabilidades de las Cortes Constituyentes de la Segunda República (noviembre de 1931) pudiendo ser aprehendido por cualquier español si penetrase en el territorio nacional. Evocando simultáneamente al “homo sacer” de la Antigüedad y al artículo 490 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal de 1882. El segundo (Juan Carlos I) ha vivido o padecido unas morosas investigaciones de la Fiscalía General concluidas en archivo en 2022 desde un retiro más o menos voluntario en Abu Dhabi. Lo que pretendo en realidad es examinar los tres retratos de los últimos monarcas que cuelgan de las paredes de la verdaderamente imponente Rotonda del Tribunal Supremo, que es como se conoce el antedespacho de su presidente.

Rotonda del Tribunal Supremo.

En la imagen general de la Rotonda se aprecia cómo están dispuestos los tres retratos que vamos a examinar más de cerca.

Alfonso XIII.

Podemos ver a Alfonso XIII en pie y ligeramente apoyado en una mesa. Tras él unos cielos premonitoriamente tormentosos. El monarca luce sobre la toga el “Gran Collar de la Justicia” del que nos hemos ocupado anteriormente. Este cuadro fue pintado por Fernando Álvarez de Sotomayor (1875-1960), director del Museo del Prado de 1921 a 1931 y de 1939 a 1960.

Juan Carlos I.

El retrato de Don Juan Carlos es obra de Ricardo Macarrón Jaime (1926-2004), un retratista de corte en el mejor sentido. Su reproducción fue la que presidió las salas de vistas y los despachos de jueces y magistrados hasta la abdicación de 2014. A diferencia de su augusto abuelo Don Juan Carlos luce sobre la toga el “Collar de la Justicia” o “Collar del Ministro de Justicia”. Sujeta fuertemente, casi estruja, unos guantes blancos. Hay que destacar el magnífico tratamiento en las calidades de las telas y de los vuelillos, así como el del collar. Y el sutil equilibrio compositivo. El retrato ha sido desplazado hacia una puerta en lo que parece un castigo en efigie.

Felipe VI (Tribunal Supremo).

Y finalmente el hiperrealista retrato de Don Felipe, obra de Hernán Cortés Moreno (Cádiz, 1953). En este retrato Don Felipe posa en escorzo y bajo una luz intensa que apenas permite intuir sus ojos. El fondo carmesí es el propio de la monarquía española. Algo así como un color corporativo.

Felipe VI (Tribunal Constitucional).

Políptico ponentes constitucionales.

En el retrato del Tribunal Constitucional Cortés lo pinta sentado y con el cuerpo de perfil, no sé si pensando en el artículo 56 de la Constitución. Y sin toga ni atributos jurídicos (recordemos que el Tribunal Constitucional no forma parte de la jurisdicción, por mucho que sus componentes sean “magistrados” y también utilicen atributos jurídicos).

A Hernán Cortés estamos más acostumbrados a verlo de lo que creemos. El políptico de la antigua Sala Internacional (desde 2010 Sala Constitucional) del Congreso de los Diputados que representa a los siete ponentes constitucionales también es obra suya. A 50.000 Euros el ponente.

En esa misma sala también se exhibe una réplica de “El abrazo”, de Juan Genovés (1930-2020), “un icono de la Transición y reflejo de un espíritu de reconciliación y concordia que ahora más que nunca debe guiarnos”. Pedro Sánchez dixit.

Bibliografía

Ramírez Jiménez D. (2014). Los Collares de la Justicia: un estudio aclaratorio, revista “Hidalguía”. Edición digital accesible en: https://www.edicioneshidalguia.es/?product=revista-hidalguia-numero-362.

Direcciones de internet

¿Por qué el Rey, como Jefe de Estado, preside el acto de apertura de tribunales y se pone una toga cuando no es juez?. Consultado el 22 /03/2022 desde https://confilegal.com/20201227-por-que-el-rey-como-jefe-de-estado-preside-el-acto-de-apertura-de-tribunales-y-se-pone-una-toga-cuando-no-es-juez/

Cambio de retratos del Rey en los tribunales españoles. Consultado el 22 /03/2022 desde https://confilegal.com/20140912-cambio-retratos-rey-los-tribunales-espanoles-12092014-1959/ Consultada el 22 de marzo de 2022.

El Gran Collar de la Justicia, un símbolo que comparten el Jefe del Estado y el presidente del Supremo. Consultado el 22 /03/2022 desde  https://confilegal.com/20190601-el-gran-collar-de-la-justicia/