“De estos doce años como Decano, estoy muy satisfecho de la gestión económica que hemos hecho en el Colegio”
“De estos doce años como Decano, estoy muy satisfecho de la gestión económica que hemos hecho en el Colegio”
Desde 1985 ejerce de abogado en Zaragoza, se ha especializado en Responsabilidad Civil y Seguros y en 2012 se convirtió en decano del Real e Ilustre Colegio de Abogados de Zaragoza. Cargo que ha ostentado durante doce años, tres mandatos consecutivos. También ha tenido responsabilidades en el Consejo General de la Abogacía como consejero y presidente de la Comisión de Asistencia Jurídica Gratuita. En abril recibe la Gran Cruz al Mérito en el Servicio a la Abogacía.
¿Qué es lo que supone recibir esta Gran Cruz?
Es de las mayores distinciones que concede la Abogacía y es una gran satisfacción, es el máximo reconocimiento. Creo que es por la dedicación de doce años en cargos de responsabilidad dentro del Consejo General. Cuando estaba Carlos Carnicer de presidente, me nombró presidente de la comisión de Relaciones con la Administración de Justicia. Cuando acabó su mandato, entró Victoria Ortega y ella me ofrece presidir la Comisión de Justicia Gratuita durante los dos mandatos que he estado. Además de ostentar una de las vicepresidencias del Consejo y siempre miembro de la comisión permanente, el órgano ordinario de gobierno.
Además, ¿por qué no decirlo?: en los últimos ocho años al frente de la Comisión de Asistencia Jurídica Gratuita del Consejo General he tenido que asumir una materia muy incómoda porque al final adviertes que no has dado satisfacción a nadie, ni a los abogados ni a los colegios.
¿Es la situación más delicada dentro del área de Derecho?
En cuanto a lo que respecta a la Abogacía hay dos puntos donde hay especial conflictividad hoy en día. La Justicia Gratuita, que es una permanente, y la situación de determinados mutualistas, de la Mutualidad de la Abogacía.
Un número significativo de compañeros que no han estado, o no están, en el régimen de autónomos ni en el régimen de dependencia laboral, solo tienen la cobertura de previsión social de la mutualidad; y plantean varias reivindicaciones ya que muchos de ellos van a tener una jubilación con unas cuantías muy escasas. Aunque también es verdad que, ante esta situación, cada uno de nosotros podríamos haber tenido cierta previsión para haber advertido desde hace años cuál era nuestra expectativa a 10, 15, 20, 30 o más años vista sobre nuestra jubilación.
Por tanto, las cuestiones conflictivas, hoy por hoy, las que más llaman la atención, las más expuestas a la luz pública son el Turno de Oficio, Justicia Gratuita, y la situación de los mutualistas no incorporados al RETA.
Internamente, ¿cuáles son los retos de la Abogacía en estos momentos?
La Abogacía no es ajena, muy al contrario, a los cambios sociales, tecnológicos e, incluso, de valores. Y hay que adaptarse y asumir las consecuencias.
Cada vez se ve más difícil trabajar de forma aislada, tal como hasta hace unos pocos años era frecuente ver. Igualmente, las tecnologías de comunicación, de intercambio de información y de trabajo condicionan sustancialmente nuestra profesión. Creo que los Colegios deben acompañar a los compañeros en estos cambios y propiciarles formación y herramientas para ello.
En lo que se refiere a la cotidianidad de nuestro trabajo, las constantes modificaciones legales es un reto constante. Hemos de trabajar en un universo de normas de todo rango y emitidas desde muy diversos ámbitos: desde Reglamentos de la Unión Europea hasta leyes estatales, autonómicas, normas reglamentarias… Y en no pocas ocasiones confeccionadas con poco acierto -dicho sea, con diplomacia-. ¡A ver quién se aclara con todo eso!
Por ejemplo, a principios de abril entra a en vigor una batería de reformas procesales importantes y ello bajo el amparo de una ley que pretende la eficiencia en la Administración de Justicia. ¡Una reforma más que pretende la eficiencia, la agilidad y la rapidez en la justicia, aunque nunca se consigue! Nuestros responsables públicos deliberadamente obvian que las normas son un elemento más para cambiar la realidad porque, por sí mismas, no pueden hacerlo.
Y permíteme que hable algo más sobre la situación de la Administración de Justicia.
El problema que se pretende paliar con esta reforma procesal, al igual que se ha intentado con otras leyes anteriores, es que los procedimientos judiciales se resuelvan en plazos razonables, mucho más breves que los actuales. Se puede decir que la justicia está colapsada. Opino que, para ello, más que cambiar las leyes, hay que cambiar otros elementos de la Administración de justicia: ¿tenemos dimensionado el número de tribunales al trabajo existente?; ¿es suficiente el número de jueces?; ¿y el número de funcionarios en las oficinas judiciales?; ¿es eficiente el trabajo que unos y otros desarrollamos?; ¿y qué hay de los medios que se tienen?; ¿y la formación de las plantillas?
Al final el debate sobre estas cuestiones, y otras más, concluye con una falsa y peligrosa premisa: hay muchos pleitos y hay que acabar con ello. La forma de acabar con los pleitos pasa, según unas reformas o otras, por ir poniendo obstáculos procedimentales para, a la larga, disuadir al ciudadano -y a sus defensores- para que acudan a los tribunales.
Por ello decía que esta falsa premisa es peligrosa: porque nuestros conciudadanos a pesar de la lentitud de la justicia siguen confiando en ella, y si las normas van generando obstáculos para acceder a los tribunales se está mermando esta confianza ciudadana en uno de los Poderes del Estado.
Parece escandalizar la proliferación de pleitos y más cuando se discuten unos pocos euros en un juicio pues, se dice, que mantener un tribunal es muy caro. Si extendemos este argumento a otros ámbitos, por ejemplo, la Sanidad, se dejaría de atender a quien tiene un catarro, o se negaría a las revisiones de un anciano, o no nos atenderían por un simple esguince. Y, siguiendo con otro ejemplo, pongamos la Cultura, el Estado cesaría absolutamente en todo gasto a este respecto
¿Más retos de la Abogacía en estos momentos?
La Formación es fundamental para mantener un nivel adecuado y competitivo en nuestra profesión.
El Colegio ha apostado firmemente por ello. Así la actividad que se viene desarrollando mediante la oferta de conferencias, cursos y jornadas en nuestra corporación es más que considerable. Añádase que en estos años hemos podido poner en marcha los másteres de acceso a la Abogacía, tanto con la Universidad de Zaragoza como con la Universidad San Jorge. Los resultados están siendo muy satisfactorios.
La formación de los abogados constituye también un paso previo a la especialización. En otros países de nuestro entorno europeo, desde hace años existe la posibilidad de que los abogados puedan conseguir acreditaciones que justifican su especialización en determinadas materias. En España, como suele se habitual, seguimos aún pendiente de asumir y solventar este reto.
A pesar de ello la realidad nos muestra que sí existen en nuestra profesión muchos abogados que están muy especializados y que realizan regularmente actividades de actualización y reciclaje de conocimientos; lo que falta son los mecanismos para dar carta de naturaleza a este esfuerzo. Un profesional que puede acreditar una especialización es una garantía para los clientes.
Y para no extender más, otro de los retos pendientes en la Abogacía es la Justicia Gratuita y el Turno de Oficio. Como antes decía, este es un tema que nunca ha llegado a solventarse plenamente. La Ley 1/1996 de asistencia jurídica gratuita -que, recordemos, es la única ley en esta materia que ha existido en España- dio satisfacción a los ciudadanos e incluso a los poderes públicos, pero no ha dado satisfacción ni a los abogados y procuradores ni a sus Colegios. Es una materia en permanente y creciente conflicto.
Usted si está especializado en Responsabilidad Civil y Seguros, ¿por qué eligió esta área del Derecho?
Porque la vida te lleva. Cuando estudiaba la carrera siempre me pareció que era un absoluto aburrimiento leer una póliza de seguros. En la Universidad nunca leí ninguna, me pareció que era un texto insoportable de leer. Pero cuando caes profesionalmente, por circunstancias del azar en una determinada materia y vas teniendo asuntos y encargos, al final te acaba gustando.
En la carrera, cuando se daba Derecho Civil y se trataba la responsabilidad extracontractual, muy unida a la materia de seguros, advertíamos que estaba regulada en solo son unos poquitos artículos del código civil y el profesor pasaba casi de puntillas en este tema. Parecía que la regulación era tan evidente y de sentido común, que no hacía falta dedicarle mucho tiempo. Cuando llegabas al contrato de seguro te decían que era un contrato mercantil; y el profesor de Derecho Mercantil destacaba la naturaleza civil de los contratos de seguro e igualmente no dedicaba mucho tiempo al tema y te remitía a estudiarlo en el famoso Manuel del Profesor Uría.
Al final te das cuenta de que en la carrera nadie habla de responsabilidad civil extracontractual, nadie habla de contratos de seguros y, sin embargo, la realidad nos muestra que esta materia es omnipresente en la vida de las personas y empresas y, además, tiene una dimensión económica de primer orden.
Como anécdota puedo decirte que, cuando yo era universitario y alguna vez iba a Madrid, veía que en las principales vías de esta ciudad casi todos los carteles publicitarios que por la noche iluminaban los edificios eran anuncios de compañías de seguros. Pensé que algo quería decir eso.
En definitiva, y volviendo a la pregunta, el azar de la vida me llevó a dedicarme a esta materia. Estoy convencido que al final acaban gustándote las cosas que entiendes
Siempre ha estado muy vinculado al movimiento colegial. Va a cumplir 40 años ejerciendo la Abogacía y desde que se colegió ya entró a formar parte de la Agrupación de Jóvenes Abogados
Siempre he sentido inquietud y preocupación por el entorno en que me he desenvuelto. Ya siendo estudiante en el bachiller fui delegado en varios cursos. En la Universidad, además de delegado de curso desde segundo a quinto curso, fui delegado de Facultad, secretario del Claustro constituyente de la Universidad de Zaragoza allá por los años ochenta, y algunas cosas más.
Cuando me colegié entré como vocal de la Agrupación de Jóvenes Abogados, después fui presidente. Posteriormente presidí, cerca de 10 años, la Unión de Consumidores de Aragón. También por aquellos años estuve presidiendo la sección de Responsabilidad Civil y Seguros del ReICAZ. Podemos decir que sí, siempre me ha ido la marcha.
Hasta que llegó a decano y ha estado tres mandados consecutivos, 12 años. ¿Qué balance hace de estos años?
Pues estoy muy satisfecho y no me he sentido cansado, me ha gustado la verdad. Y lo digo muchas veces cuando me pregunta algún compañero. Me lo he pasado bien. Ha habido que trabajar mucho y ha habido muchos problemas, pero el balance es muy positivo. Conoces a mucha gente, te llevas bien con todos; con algunos he podido discutir, pero siempre cordialmente. Incluso con las pocas personas con las que he discutido, mi relación es francamente buena.
Me parece que estar en la Junta es una forma de ver la vida de la Abogacía desde otro punto de vista que sólo aquellos que se atreven a dar el paso de meterse en estas aventuras pueden apreciar. Lo anterior ciertamente tiene un coste personal, profesional e incluso económico, no nos vamos a engañar, pero que te da más de lo que te cuesta. Pasar por la Junta de Gobierno, y más siendo Decano, te proporciona una visión muy privilegiada de la realidad de los problemas de la profesión y de los Colegios, así como te da la oportunidad de intentar resolverlos e incluso abordar cambios. Otra cuestión es si se consigue.
Además, te permite acabar con ciertas leyendas urbanas -como ahora se dice-: en mis doce años de Decano puedo asegurarte que nadie de la Junta de Gobierno cobra nada por su cargo; no te llegan más clientes, ni asuntos, por ser el Decano; no hay “puertas giratorias” al concluir el decanato… ¡Yo sigo en mi despacho de siempre, con mi clientela habitual!
No niego que hay personas que tienen un interés personal en conseguir algo en su beneficio, pero son los menos; y quienes tienen esos objetivos normalmente acaban delatándose. Tienen diferentes motivaciones.
¿Y qué destaca de estos doce años como Decano?
Estoy muy satisfecho sobre la gestión económica en el colegio. Es algo que quizá los compañeros no sepan pues entiendo que no asistan ni a las Juntas de Presupuestos ni a las Juntas de Cuentas e, incluso, que no lean las Memorias anuales.
Le concreto. Cuando accedo al Decanato, la situación económica no era mala, pero era manifiestamente mejorable y ha cambiado mucho en estos años. Un dato que comento algunas veces es que una de las primeras cosas que tuve que hacer en enero 2013, fue firmar la renovación de una línea de crédito para que el colegio tuviese liquidez. Esa situación me pareció insostenible; desapareció en un año y la mantenemos. Llevamos años sin gastos financieros ni bancarios.
Y no sólo eso: hasta 2012, la cuota anual era de 430,40 euros, y desde entonces hasta la actualidad, la cuota ha sido y es inferior. Después de 12 años, actualmente pagamos 408,12 euros al año. En este tiempo evidentemente han subido los costes laborales, los gastos, el IPC, la influencia de la inflación… Ahora pagamos menos que entonces y ello sin merma en los servicios, como pueden ser las actividades de formación, los medios materiales puestos a disposición de los compañeros en las sedes judiciales de la provincia, Biblioteca, etcétera.
¿Cómo se hace esto? Con una gestión eficiente, tratando los recursos del Colegio incluso con más celo que los tuyos propios.
¿Las relaciones con las instituciones es lo más complicado en la gestión del día a día?
Hubo sus momentos de conflicto, especialmente con el Gobierno de Aragón, por el eterno problema que siempre genera el Turno de Oficio, problema que está prácticamente generalizado en toda España. Cuando accedí al decanato, había una discrepancia entre lo que el colegio acreditaba ante el Gobierno de Aragón por los servicios prestados por los compañeros -lo que llamamos facturaciones-, y las liquidaciones que aquél realizaba. Llegó a existir unas desviaciones acumuladas de cerca de 200.000 euros.
Además, en ese momento, en 2013, había otros problemas más, incrementando la delicada situación económica. Me vi obligado a proponer a la Junta de Gobierno la adecuación de la cuota de ingreso por la exigencia de la modificación de la Ley de Colegios Profesionales del año 2009. Por ello se adecuó y se rebajó la cuota de acceso, que pasó de 1.343 euros a alrededor de 450 euros. Las autoridades de defensa de la competencia estaban realizando comprobaciones sobre esta cuestión a diferentes Colegios profesionales, y era precisa esta modificación.
Con el tiempo se fue solventando la situación económica. También es verdad que fue preciso interponer algún proceso judicial al Gobierno de Aragón por las discrepancias existentes en las liquidaciones del turno de oficio. Pero el hecho de litigar contra una Administración con la que colaboras no ha de verse como un gesto de hostilidad, sino que es la forma civilizada de resolver los conflictos cuando las negociaciones se agotan.
¿Cuál es ahora la situación?
Entre las facturaciones que hace el Colegio por los servicios de los compañeros y lo que nos liquida el Gobierno de Aragón, prácticamente hay coincidencia. No hay desviaciones, gracias también por buena voluntad de los diferentes gobiernos; lo que se ha intentado es que los pagos trimestrales vayan con más agilidad de lo que en su día fueron.
Otro elemento de discrepancia o conflicto con las instituciones son las dotaciones económicas de los servicios del turno de oficio, pero este problema no solo lo tenemos en Aragón sino en toda España. Es un problema de Estado, que se les ha hecho saber no solo al Gobierno de Aragón, sino al Gobierno de la Nación e, incluso, se ha puesto de manifiesto ante las Cortes Generales.
En mi condición de presidente de la Comisión de Justicia Gratuita del Consejo General, he estado al menos dos veces en las Cortes de España, en sesiones de trabajo ante los portavoces de Justicia de los diferentes grupos parlamentarios, exponiendo este tema. Y como ocurre siempre, son muy receptivos, lo entienden, pero la situación sigue igual de mal que desde hace años. Creo que no es cuestión de tirar la toalla, tampoco de desesperarse.
Y siempre hay que recordar que nuestro trabajo profesional en el Turno de Oficio no es más que una faceta del abogado en su actividad; y aunque la asistencia jurídica gratuita es una obligación de la Abogacía, hoy por hoy son servicios que los compañeros prestan de forma voluntaria. No obstante que nadie dude que se va a seguir peleando todo el tiempo que haga falta por conseguir las reivindicaciones.
¿Y en todos estos años, satisfecho de algo concreto?
Lo que más me satisface son las relaciones personales que he podido hacer, ya no sólo con compañeros del colegio, sino también con otros Decanos tanto de la Abogacía como de Colegios profesionales. Añádase el cariño que tengo a los empelados de nuestro Colegio, y que me han dispensado un trato siempre amable y comprometido.
Y quiero destacar a este respecto la inmensa satisfacción que tengo por haber trabajado con los 34 compañeros que han compartido conmigo las distintas Juntas de Gobierno que he presidido. Puedo decir que me une una sincera y fuerte amistad con todos ellos. Ha sido para mí quizás la mayor satisfacción que me llevo del Decanato.
También he de decir que he tenido la fortuna de tratar a personalidades de la vida pública. Creo que, si no estás en estas tareas de responsabilidad colegial, nunca podrías conocer en el plano cercano a personas relevantes de nuestro país.
¿Por ejemplo?
En el propio Colegio hemos tenido a varios de los llamados “padres de la Constitución”, con ocasión de uno de los aniversarios de la Carta Magna. Al poder conversar de una forma distendida con Miguel Roca te das cuenta que es un hombre que tiene una especial inteligencia y una capacidad de entendimiento envidiable, y siempre lleva a gala su condición de abogado. O Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, o el juez Manuel Marchena, que también estuvieron en el Colegio. Incluso he tenido oportunidad de tratar, con mayor o menor cercanía, a los Ministros de Justicia de España desde Rafael Catalá hasta Félix Bolaños.
Pero además de todas estas personalidades, no puedo olvidar a quien ha sido un referente indiscutible de la Abogacía española durante casi dos décadas: Carlos Carnicer. Quizás por ser persona tan accesible y llana, además de ser de Zaragoza, no apreciamos su dimensión que es extraordinaria.
Ahora me queda la relación personal y la amistad con mis compañeros y con los miembros de la Junta de Gobierno. Es lo que hace que se siga moviendo WhatsApp. Cuando ves que hay un mensaje, que han tenido a bien aún mantenerte e informarte o darte datos o comunicación de cosas que ven, que hacen. A mí eso me satisface mucho, la verdad.
Y lo contario, ¿alguna espinita que quede clavada de algo que le hubiera gustado culminar?
Muchas cosas, pero de relevancia, ninguna. No me voy con la sensación de que me haya quedado con algo por hacer. Aún más, hay veces que pienso que en pocos años ya tenía hecho buena parte de lo que pretendía. Sin embargo, la vida de la Abogacía es tan amplia, rica, que siempre hay cosas por hacer.
Los primeros años fueron muy intensos, fueron una locura. El primero, sobre todo. Y luego, hay problemas que son crónicos.
Y cuando valoras si te ha llegado el momento de dejar el Decanato, llegas a pensar “¿cómo me voy a ir si tengo información y experiencia acumulada en mayor medida que el resto de mis compañeros?” Cuando asumes la actividad de Decano y dedicas tantas horas diarias a los muchos y variados compromisos, aunque estés en una situación de especial conocimiento de los problemas y de las posibles soluciones, hay que dejar paso a otros.
¿Y algo que querrías compartir, algún consejo que dar quienes vienen detrás?
Consejos pocos, que se equivoquen o que acierten solos, como se suele decir.
No me atrevo a decir nada a nadie de lo que hay que hacer o de lo que no hay que hacer.
Yo he tenido muchas dudas tanto en el Decanato como en mis responsabilidades en el Consejo General de la Abogacía; hay que tomar muchas decisiones, algunas comprometidas y en ocasiones muy rápidas. A veces puedes contar con la opinión y consejo de otros colaboradores, pero eso no siempre es posible.
Lo único que les diría es ánimo, hay que ser constante, no hay que dar un paso atrás, hay que tener ganas, voluntad y decisión.