Carlos Culebras Bello. Abogado.
Bajo este eslogan fuimos llamados más de 2.000 abogados y 250 ponentes al XII Congreso Nacional de la Abogacía los pasados días 8 a 11 de mayo.
Un congreso (el primero para el que subscribe estas líneas) cuyo eje vertebrador fue el uso de la tecnología en nuestra profesión, pero más concretamente, en la gestión de nuestros despachos.
En él, tuvimos la ocasión de asistir a la presentación del nuevo código deontológico que tiene como objetivos, entre otros, proteger en mayor medida a nuestros clientes, fortalecer el secreto profesional y ahondar en la regulación de la publicidad de nuestros servicios. Permitidme recordaros que el mismo entró en vigor en el transcurso del Congreso, el día 8 de mayo de 2019, motivo por el que su lectura y análisis es mas que recomendable.
En la Sala Plenaria de la Feria de Valladolid también disfrutamos de la charla motivacional de Toni Nadal en la que nos transmitió su filosofía del “todo se puede entrenar”, reímos con el monólogo de Leo Harlem, y se nos encogió el alma con el pronunciamiento sobre la abogacía perseguida realizado por la presidenta de la Abogacía, Victoria Ortega, quien tuvo un recuerdo para los abogados acosados, amenazados, perseguidos o asesinados.
En las inmediaciones de esta Sala Plenaria, se desarrollaron numerosos coloquios (hasta catorce simultáneos en intervalos de cuarenta y cinco minutos) versando la mayoría de ellos sobre el uso de las nuevas tecnologías y la implicación de las mismas en nuestro que hacer diario.
En ellas, se trasladaba a los oyentes, en ocasiones atisbando un horizonte desolador, la necesidad de incorporar en nuestros despachos el uso de las nuevas tecnologías, y de la digitalización integral de nuestros despachos, poco más que condenando al fracaso a aquél que no lo haga.
No hay duda de que tener conocimientos medios en el uso de las nuevas tecnologías es imprescindible para poder desempeñar correctamente nuestra profesión, bien sea para firmar digitalmente una demanda, buscar jurisprudencia, captar clientes o enviar escritos a los Juzgados y administraciones públicas, pero de ahí a tratar que tengamos competencias para desarrollar nuestras propias plataformas y que seamos capaces de programar código tal y como de cierto modo “exigía” algún ponente, parece desviar el foco de atención de nuestra profesión.
Cabe destacar en estas materias el éxito de la ponencia “Optimizando el uso de Word”, de nuestro compañero Alfredo Sánchez-Rubio Triviño, en la que con un enfoque eminentemente práctico desglosó las importantes utilidades de este programa, que es, seguramente, el mas usado por todos nosotros. Al mismo tiempo discurría el interesante foro sobre “La Abogacía en Twitter” presentado por Borja Adsuara.
El tema central del Congreso también se reflejó en los “stands” comerciales donde las grandes editoriales mostraban sus avanzadas bases de datos jurisprudenciales y entre los que despuntó el servicio prestado por ColorIuris, herramienta desarrollada en Zaragoza y con la que asistimos a una demostración en directo de una certificación notarial de un acta de navegación web en cuestión de minutos, facilitándonos la labor a la hora de presentar prueba documental originada en internet.
Con la mirada puesta en el desarrollo puro y duro de nuestra profesión, tanto la conferencia “Alcance y Sostenibilidad de la Asistencia Jurídica Gratuita” de Alberto Verón Izquierdo y “Como asegurar una Justicia Gratuita de Calidad” de Nuria Souto Abad plantearon la problemática que atraviesa la Justicia Gratuita y los retos que se deben abordar.
Desde mi particular punto de vista se tiene la percepción de que nuestra profesión va muy rápido en determinados ámbitos mientras que en otros, todavía no hemos fijado las bases de partida. Con esto me refiero a la existencia de unos condicionantes que no favorecen el correcto desempeño de nuestra profesión como lo es la disparidad de retribuciones económicas de la Asistencia Jurídica Gratuita dependiendo exclusivamente de la CCAA en la que ejerza cada uno la profesión (por mucho que las competencias sean autonómicas creo que se debe hacer un gran esfuerzo en armonizar las retribuciones) o el hecho de que como es bien conocido por todos no podamos hacer uso de ningún criterio de honorarios profesionales con la gran incertidumbre que esto puede ocasionar con una eventual condena en costas.
Todo el camino de mejora que le queda a nuestra profesión para situarla en el lugar que merece, debe ser a través de la senda de la unidad y de la imparcialidad que los Colegios Profesionales y el Consejo General de la Abogacía nos pueden brindar, motivo por el que desde estas líneas animo a que más compañeros, especialmente los más jóvenes, participen en la vida colegial para que entre todos avancemos y mejoremos en nuestro desempeño profesional.