Decía al principio que había que retener el dato del exilio y esto va por Antoni Comin Oliveres, hijo menor a su vez de Alfonso Carlos Comín. Toni Comín. Es uno de los “exilees” (así, en inglés, como en las pancartas amarillas, aunque sea más preciso hablar de prófugos) del “prusés” que quedan por ahí a fecha de redacción de este artículo (17 de agosto de 2023, recién constituidas las nuevas Cortes). Igual que su padre ha sido militante de las más diversas organizaciones: Ciutadans pel Canvi-Partit del Socialistes de Catalunya, luego Esquerra Republicana, etc. Y es vicepresidente del “Consell per la Republica” (catalana, se entiende). Fue el consejero de Sanidad mejor pagado de toda España, más que la entonces ministra, y en la actualidad es eurodiputado. Además de esto ha sido profesor, colaborador en diversos medios de comunicación, como el resto de la saga; está casado con el escenógrafo Sergi Corbera que se autodefine como “company de vida, de penes i d’alegries de Toni Comín” (la verdad es que las polisemias las carga el diablo) y son padres de una niña.
Esta saga sorprende por la extraña amalgama de continuidad y ruptura. Por el férreo compromiso con las opciones más dispares (ya no me atrevo a decir disparatadas). Por el carácter determinante de la educación y los ambientes familiares y sociales, minuciosamente descritos por Francisco J. Carmona en “De la apologética al compromiso: la infancia y juventud de Alfonso Carlos Comín”, Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Granada, 1995. Por las múltiples interpretaciones del cristianismo, del que podríamos decir como Alf Ross del Derecho natural, que es una cortesana a disposición de cualquiera y que no hay ideología que no pueda ser defendida recurriendo a él. O citando falsamente a Marx (no a Karl, sino a Groucho): “Estos son mis principios y si no le gustan tengo otros”. Otros más solemnes y a lo mejor más cínicos dicen que a veces hay que cambiar de partido para defender las mismas ideas.