Nos acompañó el magistrado el Excmo. Sr. D. Luis Gil Nogueras quien, una vez más, junto a quien escribe estas líneas, tuvimos oportunidad de presentar y comentar ésta, a mi juicio, infravalorada cinta.
El abogado londinense Anthony Keane asume a instancias de un colega, la defensa de la misteriosa y enigmática señora Paradine, acusada de haber envenenado a su marido invidente (un coronel retirado, héroe de guerra y hombre acaudalado), delito que es castigado con la pena capital, ejecutada por ahorcamiento. Keane queda fascinado por su elegancia y belleza y se enamora repentina y perdidamente de ella, implicándose emocionalmente en el procedimiento, creyendo de forma inopinada en su inocencia. Confluyen entonces una historia criminal con otra del llamado amour fou (amor pasional rayano en la desmesura). No obstante, les recomiendo que presten atención a otras “subtramas” más soterradas y ambiguas; uno de los aciertos del “El Proceso Paradine” no está tanto en lo que muestra sino en lo que audazmente insinúa.
En cuanto a la ficha técnica, encabeza el reparto Gregory Peck en el papel de “Tony” Keane, un afamado y “astuto” abogado, con más de una década de ejercicio, tanto que según dice “casi he olvidado mis ideales”. Sin embargo, pese a un cierto recelo inicial, asume la defensa ya que “nunca dejo de interesarme por una buena minuta”.
Completan el elenco Ann Todd (quien encarna a la esposa del abogado), Louis Jourdan (el hombre de confianza del coronel), y, por supuesto, Alida Valli (en el papel de la acusada, una bellísima actriz italiana, “Valli” en los títulos de crédito, a quien se pretendía convertir en la nueva Ingrid Bergman). Los dos últimos son presentados como las nuevas estrellas del productor David O´Selznick, entre cuyas obras encontramos “Lo que el viento se llevó”. Completa el reparto Charles Laughton a quien ya vimos en “Testigo de cargo” (en la I Sesión del Ciclo de cine jurídico), dirigida en 1957 por otro maestro, Billy Wilder.