Entrevista a
Javier Piera
Lourdes Funes Cardiel.

Casi 40 años ha estado Javier Piera al frente del departamento de informática del Real e Ilustre Colegio de Abogados de Zaragoza. Desde el 1 de febrero de 1985, fue viernes. Toda una vida en la que profesionalmente ha visto pasar y ayudado a cientos de abogados. Entró en el Colegio de la mano de la Junta de Gobierno que presidía el decano Álvaro Miranda Nasarre y desde entonces, consiguió que el ReICAZ estuviera a la vanguardia tecnológica en la Abogacía. En mayo de 2022, Javier Piera recibía la Medalla al Mérito del Real e Ilustre Colegio de Abogados

Los colegiados del ReICAZ no saben la suerte que tienen de pertenecer a esta institución.

¿Cómo recuerda esos primeros momentos, su entrada en el Colegio?

La verdad es que la Audiencia, donde estaba la sede del Colegio, imponía mucho. Eran grandes estancias y yo estaba un poco asustado porque era un lugar imponente. Lo cierto es que tuve una inmensa suerte de encontrarme con los compañeros que me encontré ahí, eran mayores que yo, ero fueron encantadores y me acogieron fenomenal. Me llamó la atención lo bien que se portaron conmigo y siempre con un espíritu de ayuda y de colaboración. Tuve una inmensa suerte.

Llegué ahí como una piedra cuando cae en un estanque. Al principio no había ningún ordenador, en el año 1985, la mayor parte de la gente no sabía lo que eran. De hecho, ese primer año no hubo un ordenador porque la idea que tenía la Junta era habilitar la automatización, el proceso de generar datos de la biblioteca y del colegio propiamente dicho.

Ese mismo día no solo entré yo, comenzó también una compañera que estuvo solo 6 meses en el Colegio y la labor que teníamos era comprobar, con un libro de registro de la biblioteca, las existencias reales. Eso nos permitió ir preparando la automatización posterior de todos los datos de la biblioteca. Primero había que saber lo que había y lo que no. Por cierto, hasta tijeras nos encontramos dentro de los libros, también faltaba algunos grabados…

Nos costó un año hacer el catálogo, pero mientras tanto llegó el equipo. Era el año que era, los equipos no eran fáciles de conseguir y al final Ibercaja nos proporcionó un terminal financiero, un equipo incompatible pero que nos permitió generar las bases de datos.

¿Fue su primera labor en el colegio?

Lo primero fue catalogar los fondos de la biblioteca, luego se empezó con una labor que daba mucho trabajo y era muy repetitivo como era el turno de asistencia al detenido. Había pocos empleados y, aunque había menos colegiados, hacer todos los trámites del servicio eran los mismos, tenía que estar todo cubierto y el volumen de datos era muy parecido al de ahora.

Después de implementar la asistencia al detenido, llegó el turno de oficio. Así empezamos. Hay que tener en cuenta que la biblioteca, que contaba con unos 30.000 volúmenes, no se catalogaba en tres días. Había que cargar todo de nuevo partiendo de cero, sólo con la guía del catálogo manuscrito.

¿Cómo fue el cambio de la sede de la Audiencia a Don Jaime?

En el puente de diciembre del 90 nos pasamos a la nueva sede. Ahí aun estuvimos unos meses incómodos porque había que cubrir también la sede de la Audiencia con los pocos que estábamos trabajando entonces en el Colegio. La nueva sede nos amplió espacios y posibilidades de trabajar.

En la Audiencia era imposible trabajar. De hecho, yo empecé estando con el ordenador y una impresora matricial (que hacía mucho ruido) junto a una ventana que daba al Coso, era la de la biblioteca junto una mesa inmensa donde los letrados consultaban los libros. Imagina el silencio que requiere un lugar como ese y ahí estaba yo metiendo ruido mañanas enteras. Había que sacar todo el listado de las guardias y no sólo eso, también había que preparar el etiquetado de los sobres, que hacíamos con una máquina que se llamaba “machacasobres”, era mecánica y había que impulsar fuerte para que se imprimiera el nombre y la dirección.

Al final me echaron de la biblioteca, y como no había sitio en ningún lado acabé en un cuarto pequeño donde estaba la fotocopiadora y en el que no cabía mucho más. Se adaptó el espacio con unos muebles y ahí se ubicó el ordenador.

Usted ha adaptado el Colegio a todos los cambios tecnológicos, desde la llegada de ordenadores hasta nuevos programas…

Hemos pasado por muchas fases que no eran visibles, fases que implicaban grandes cambios. Por ejemplo, ese primer ordenador que nos proporcionó Ibercaja era incompatible. Quiere decir que cualquier cosa que se hiciera era propia de ese equipo, no se podía utilizar en otro ordenador. Así que lo primero que hicimos al llegar en la nueva sede fue comprar un equipo compatible. Era un Amstrad, porque otros como IBM eran mucho más caros. Tuve que hacer un programa comunicaciones para poder trasladar todos los datos del equipo incompatible con el nuevo. Eso nos permitió tener una red más estándar y utilizar equipos en red.

El primer equipo nos sirvió para meter los datos, pero no se le veía futuro. Para que te hagas a la idea, un disco duro de 20 megas valía 630.000 pesetas. Eso podía descalabrar cualquier presupuesto. Hablando con el decano ya le dije que no invertiría nada en ese ordenador, la solución era convertir y trasladar los datos.

En la nueva sede, la biblioteca se estableció en la tercera planta 3º porque las obras de rehabilitación llegaban hasta ahí. Tiempo después, se rehabilitó hasta la sexta planta, la biblioteca se subió un piso más y el departamento de informática fue cambiando. En el momento en el que los servidores ya teníamos que colocarlos en el suelo, buscábamos nueva ubicación.

Ha visto cambios en hardware, en software, nuevos programas casi obligatorios… ¿alguno le ha dado más quebraderos de cabeza?

Al final, todos dan quebraderos de cabeza, desde un sistema operativo hasta una base de datos. Las redes no tienen ni punto de comparación con las primeras. Entonces eran de carácter experimental. El primer “hub” que permitía interconectar equipos, el primero de todo Aragón de velocidad de 100 Mhz lo tuvimos en el Colegio, pero no era estándar.

En aquel momento, o te ponías un poco las pilas con algo no estándar o te quedabas totalmente obsoleto. La verdad es que fue un acierto total. Era de HP y era una maravilla, nos permitió acelerar la transferencia de datos y de la red.

Cada migración de software era para sudar porque se supone que es casi como pulsar un botón, pero luego te encuentras que te tienes que pegar una noche entera porque el sistema no lo ha hecho bien. A nivel biblioteca, el programa que se hizo con equipos compatibles funcionaba, no dio ningún problema en 20 años, pero era en formato no gráfico y eso aparentemente echa para atrás. Pero el rendimiento era fantástico. Poner todo en línea y que cualquier persona pudiera hacer una consulta a cualquier hora del día o de la noche y desde cualquier sitio, era una revolución.

Casi 40 años en el colegio, de todos los proyectos de loto lo que ha iniciado, ¿de qué está más orgulloso?

Orgullo de llegar hasta donde se ha llegado. En el último momento, a nivel de hardware, cuando me fui, había seis servidores con copias de seguridad por triplicado, para que, si caía un servicio, eran tres los servidores que tenían que caer para no poder prestarlo.  Estaba todo muy redundado, si fallaba una cosa, rápidamente entraba otro equipo. Teníamos la última tecnología a lo que había que añadir el software, nos apoyábamos mucho en Red Abogacía.

Red Abogacía evolucionaba cada día porque entre todas las experiencias de todos los colegios que trabajan con sus herramientas se mejoran. Un avance fue la firma digital. No se valora todo lo necesario. El que un colegiado pueda llevar su despacho desde el apartamento de la playa, solo bajando a Zaragoza para reuniones presenciales, tener el despacho en cualquier punto con conexión a Internet, vale mucho. Aunque parezca que esto no afecta al Colegio, sí que afecta porque es el Colegio el que apoya y da servicio para que funcione. Esta dentro de las labores del departamento de informática.

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¿Los usuarios somos muy pesados?

Yo esperaba que hubiera más aluviones. No puedo decir que no haya alguien, pero no ha sido mucha la gente que no aprendía nunca para que se lo hiciera. Tengo que decir que la mayoría de la gente ha puesto su voluntad en que todo el sistema funcionara. Gente que nunca había visto un ordenador en un momento dado, hizo un esfuerzo. Desde el departamento hemos apoyado a quien lo necesitaba, pero pensaba que podría darnos más trabajo y la verdad es que la gente puso toda su voluntad y hay usuarios muy avanzados.

¿Alguna anécdota que guarde con especial cariño?

Hay muchas anécdotas, pero son más personales. Una que tengo grabada es del primer ordenador que tuvimos en el Colegio. Sólo funcionaba en inglés y en japones candy. Está claro que lo manejaba en ingles porque nunca había visto nada escrito en japones. ¿Y qué ocurrió? Ese ordenador había que encenderlo todos los días y un buen día, cuando arrancó, aparecieron todos los caracteres en japoneses. Y ¿qué haces? Como soy un poco maniático, tenía todos los pasos apuntados para poder cambiar el lenguaje y gracias a que tenía esa chuleta pude dejarlo de nuevo en inglés. Y menos mal porque si no ya podíamos llamar al fabricante.

Otra anécdota, aunque la verdad es que fue un flash. Imagínate el efecto 2000. Ya no nos acoramos de él, pero fue entretenido. El 1 de enero de 2000 era sábado. Conseguí varias herramientas con las que días antes fui haciendo comprobaciones de los equipos que teníamos. Todos pasaban las pruebas, todo parecía correcto, pero había tal psicosis que ese 1 de enero me fui al Colegio porque estaba nervioso por si había algo que no se había contemplado. Pero efectivamente funcionaron todos bien. Esos días yo llevaba el corazón un poco acelerado, pasaban todos los test, pero ¿y si no? Eso para mí fue complicado.

Si algo me ha gustado, no tiene que ver con la informática, he tenido la oportunidad de conocer a una cantidad de gente más maja que maja y eso es lo que más me llena.

Casi 40 años es más de media vida…

Y hemos pasado momentos complicados, pero al final te quedas con la gente. He hecho grandes amigos.  Ahora que estoy en el otro bando, por un lado, se echa de falta, fíjate que aún hay días que me siento como si estuviera haciendo pellas y mira que ya han pasado dos años, pero es curioso. La inercia me queda.

¿Y ahora? ¿La informática sigue siendo tu hobby

Montar o desmontar un equipo me da pereza, pero el ordenador lo utilizo todos los días. Me gusta mucho la historia, la astronáutica, la astronomía, me gustan cantidad de cosas. Y si puedo colabora con el Colegio en alguna cosilla, ahí estaré.

Yo creo que la gente no le da importancia, pero qué suerte tienen los abogados de Zaragoza de pertenecer a esta institución. Yo no soy abogado, pero lo he vivido como trabajador y he llegado a querer la institución muchísimo. El colegiado debería estar orgullosísimo de pertenecer al ReICAZ. Y eso no me cansaré de decirlo nunca. Tienen la suerte de tener el ReICAZ a la mano, que se agarren a ello.