Mientras que la pandemia todavía no ha terminado, seguimos sin tener perspectivas claras de hasta cuándo continuará lastrando la economía mundial, pues se ha sumado una nueva crisis, esta vez de tipo inflacionaria, derivada principalmente de la guerra en Ucrania que, de nuevo, trae consigo graves repercusiones en los niveles de precariedad de las familias.
Junto con la dificultad de encontrar un empleo, el acceso a una vivienda es, en estos momentos, uno de los principales problemas de las familias que atendemos en Cáritas Diocesana de Zaragoza. Sin ingresos o con ingresos precarios, es muy difícil acceder al mercado de alquiler, por lo que cada vez más familias se ven obligadas a realquilar, es decir, a vivir en una habitación en un piso con otras familias, generando a su vez situaciones de hacinamiento (según nuestra memoria de 2021, un 28% de hogares acogidos en Cáritas residen en habitaciones realquiladas en 2021: son casi 3 de cada 10 hogares).
Los empleos precarios y salarios bajos e insuficientes para asumir los gastos cotidianos hacen que las personas atendidas por Cáritas, tengan que elegir entre pagar el alquiler y los alimentos, optando por no encender la calefacción y utilizar el mínimo de agua caliente para los menores, el resto de las necesidades en sanidad, educación, ropa y conexión digital, se quedan directamente fuera del presupuesto familiar.
Nos preocupa también las situaciones de grave precariedad y vulneración de derechos que sufren las personas en situación administrativa irregular, sin poder acceder a un empleo y a ninguna ayuda o prestación pública. El 50,3% de los hogares con extranjeros, en 2021, según el Informe Foessa, están en situación de exclusión social, es decir, esta proporción es casi tres veces mayor que en los hogares españoles.