Entrevista a
Antonio Embid
Lourdes Funes Cardiel.

Fue un 27 de diciembre de 1980 cuando se reunió la Mesa de Partidos para acordar un texto de consenso y en mayo de 1981 se presentaron las bases de ese primer Estatuto de Autonomía. En junio de ese año, la iglesia del monasterio de San Juan de la Peña acogió la primera reunión que derivó a que a finales de mes se presentara en Alcañiz el anteproyecto del Estatuto.

Un 10 de agosto de 1982 se aprobaba en las Cortes Generales de España el Estatuto de Autonomía de Aragón. Un texto que desde entonces ha sido reformado en tres ocasiones en 1994, 1996 y en 2007. Garantía de una reserva de agua de 6.550 hectómetros cúbicos, reconocer a Aragón como “nacionalidad histórica”, incremento de competencias de 41 a 59, son algunas de las modificaciones. Conseguir ese primer Estatuto llevó un arduo trabajo de entendimiento y, de algo que presumimos en esta tierra, de “llegar a acuerdos”.

Las primeras Cortes y el primer Gobierno de Aragón, que salieron de las elecciones del 8 de mayo de 1983, tuvieron el complicado papel de impulsar las leyes que conformaron el actual sistema institucional. Antonio Embid fue el primer presidente de las Cortes de Aragón.

Hace 40 años teníamos la misión de construir unas instituciones fuertes y prestigiosas

¿Cómo fueron esos momentos?

Las elecciones generales que tuvieron lugar el año anterior, en el 1982, dieron una victoria absolutamente apabullante al partido socialista con 102 escaños y en toda España lo que se advertía es que las elecciones autonómicas, que se iban celebrar el 8 mayo de 1983, iban a ser una confirmación de aquella victoria. Como así sucedió.

Aquellas elecciones, como las de toda la Transición, tenían el atractivo de saber que se estaba saliendo de un sistema autoritario y que se estaba haciendo con un consenso muy mayoritario de la población en cuanto a que había que buscar nuevos caminos. Las elecciones autonómicas representaban ese nuevo camino para fundar un Estado no solo basado en la libertad sino también en la descentralización territorial.

¿Cómo vivió la aprobación de Estatuto de Autonomía de Aragón?

Gran parte de 1981 y hasta finales de 1982 yo estaba viviendo en Alemania con una beca de la Fundación Alexander Von Humboldt, estudiaba y trabajaba en Heideberg. No estuve presente cuando se aprobó el Estatuto en agosto de 1982, pero sí que en aquella época realizaba actividades autonómicas. Precisamente en ese mes, una delegación del parlamento de Cataluña, encabezada por su presidente Heribert Barrera, estuvo en el parlamento alemán y desde el Instituto, me pidieron si podía traducir del alemán al español el reglamento y hacerles de traductor. Volví a España a finales de diciembre de 1982 y el 8 de mayo de 1983, el presidente Barrera asistió a mi elección como presidente del Parlamento aragonés.

No estuve presente en la aprobación del Estatuto, pero obviamente estaba al día de todas las noticias que llegaban de España a través de los periódicos y la radio española.

¿Qué supuso el Estatuto de Autonomía para Aragón y para usted?

Las primeras elecciones autonómicas representaron poner en marcha las instituciones. En una ocasión, el alcalde de Zaragoza, Ramón Sainz de Varanda, me preguntó dónde veía yo el futuro de las Cortes y le dije que en la Aljafería. Para mí era un lugar hermosísimo, aunque estaba en auténtica ruina. Las elecciones fueron el 8 de mayo, me eligieron el 20 de mayo por la mañana y por la tarde fuimos a la Aljafería y nos pusimos de acuerdo que ahí debería tener su ubicación las Cortes de Aragón. Era de propiedad municipal y lo acababa de recibir el Ayuntamiento como cesión del Ministerio de Cultura de la época.

Ese fue el primer acto autonómico porque las Cortes no tenían sede, ni funcionarios ni personal. Al día siguiente del nombramiento, era sábado, metí un folio en blanco en una máquina de escribir y comencé a redactar unas normas provisionales de funcionamiento. Normas provisionales que estuvieron en vigor mucho tiempo.

Me instalaron en el edificio de la plaza de Los Sitios, en la antigua delegaciones de Hacienda, al lado del despacho de Santiago Marraco, que fue elegido presidente de la comunidad autónoma el 6 de junio del 1983. Siempre digo, en broma, que había separación de poderes entre el Ejecutivo y el Legislativo y que era exactamente de 10 metros. Ahí comienza el trabajo de las Cortes.

La primera ley que aprueba las Cortes de Aragón fue el 28 de septiembre y es la de la fijación de la sede en la ciudad de Zaragoza porque el Estatuto de Autonomía no decía cual era la sede de las Cortes. Los parlamentarios no se pusieron de acuerdo y lo dejaron abierto a una futura ley. Tuvimos la precaución de matizar que las Cortes podían celebrar sesiones en otros lugares de Aragón. De hecho, unos días después, celebramos la sesión en Teruel, luego fuimos a Huesca, también fuimos a Ejea de los Caballeros, donde aprobamos la ley del Justicia de Aragón. Estuvimos en Alcañiz. Fue una época de Cortes viajeras por dos motivos, por un lado, estábamos construyendo la sede en la Aljafería y por otro, convenía difundir la idea de autonomía por todo el territorio de Aragón y cuando nos desplazábamos realizábamos muchas actividades en el lugar correspondiente.

Esos primeros años eran años de “hacer comunidad”

Hubo una conjunción completa de todos los representantes políticos en que había que hacer unas instituciones fuertes y la mesa de las Cortes, con personas con las que hice una amistad que ha perdurado a lo largo de los años, hizo un trabajo siempre por unanimidad, en una misma dirección, la de construir unas instituciones fuertes y prestigiosas. Eso es mérito de los 66 diputados aragoneses de la primera legislatura.

Se hicieron muchas cosas, fundamentalmente crear la comunidad autónoma, institucional y estructuralmente. El Gobierno de Aragón tuvo que batirse el cobre para recibir todas las competencias de un Estatuto que, a pesar de la voluntad que teníamos entonces, era un Estatuto recortado. Inicialmente no era de una autonomía amplia, eso se consiguió fundamentalmente en 1996, cuando el texto alcanza las máximas competencias. Desde 1996 Aragón es una comunidad autónoma con las máximas competencias, equiparable a cualquier otra y desde entonces lleva una vida autonómica plena.

El Estatuto de 2007 no ha significado absolutamente nada en la historia de la comunidad, es una reforma que se hizo en unas circunstancias de imitación a la reforma del Estatuto de Cataluña anterior.

Hablaba de las sedes, de la itinerancia que en los primeros años tuvieron las sesiones de las Cortes. De hecho, el actual Salón Carlos Carnicer del Colegio de Abogados de Zaragoza también fue sede de estas sesiones…

Claro, después de que me instalara en la plaza de Los Sitios, Ibercaja nos cedió un piso en la calle San Jorge. Instalamos las oficinas, poco a poco fuimos seleccionando funcionarios y personal. Ahí teníamos nuestra sala de comisiones, creamos una colección de pintura contemporánea muy importante y, paralelamente, llegamos a un convenio con la Cámara de comercio de Zaragoza que estaba instalada en lo que hoy es la sede del Colegio de Abogados, para llevar a cabo las sesiones plenarias.

Llevamos a cabo una reforma de la sala, construimos una especie de cámara parlamentaria y ahí celebrábamos todas las sesiones plenarias, a excepción de las que llevábamos a cabo fuera de Zaragoza. La última sesión de la legislatura ya la celebramos en el Palacio de la Aljafería. El 10 de mayo de 1986, el entonces Príncipe de Asturias, puso la primera piedra y las obras se realizaron a una velocidad espectacular. Paralelamente el Gobierno de Aragón llevaba a cabo las obras de adecuación del antiguo Hogar Pignatelli.

Han pasado casi 20 años desde la última reforma, ¿se hace necesaria otra con el cambio de la sociedad?

Yo creo que no porque me cuesta imaginar qué nuevas competencias podrían ser titularidad de la comunidad autónoma. Competencias que no significaran la disolución del Estado. Cataluña tampoco ha accedido a nada nuevo con su reforma del 2006 que, afortunadamente el Tribunal Constitucional recondujo de raíz.

Los problemas de Aragón no están derivados por un texto estatutario que deba ser reformado. Creo que hay varios problemas y uno no depende del Estatuto: el de la financiación autonómica. Hace muchos años que se debería haber acometido, no se hace y no se va a acometer a medio plazo, eso está claro. Pero no le hace falta a Aragón ninguna reforma estatutaria, sino que las competencias esenciales para el día a día de los ciudadanos sean gestionadas de la mejor forma posible y, sobre todo, de la forma más económica y austera posible. Se puede hacer y los ciudadanos no contemplarían que la organización territorial del Estado supone un aumento del gasto público, que a veces está justificado, pero otras no lo están.

40 años del estatuto.
Archivo de Rogelio Allepuz.

Ha hablado de consenso, unanimidad. Hace 40 años ¿fue posible el Estatuto porque las personas implicadas en hacerlo posible tenían otros perfiles a los que hoy en día estarían implicados?

Eran perfiles notabilísimamente distintos a los que encontramos hoy en día entre la mayor parte de la gente que se dedica a la actividad pública. Era otra España, otros tiempos, pero la mayor parte de los que se dedicaban a la política llegaban con vocaciones de servicio en el sentido de que había que construir un país después de la negrura de una larga noche de dictadura, de autoritarismo. Ojalá que pudiera volverse a esa gente. Volver a ese espíritu de ilusión y de ganas de cooperar y en cuanto a los perfiles, a personas con una sólida formación previa en distintos campos, que nos significa ser Doctor Honoris Causa, sino haber llevado una vida de preparación profesional importante y que la consagración final fuese una actividad pública. Ojalá muchos ciudadanos pudieran dedicar una parte de su vida en los ayuntamientos o en las diputaciones.

En la primera legislatura de las Cortes de Aragón, la gran parte de los diputados no tenían sueldo, se cobraban unas dietas cuando se celebraban sesiones. Sólo dos personas tenían un sueldo fijo, el secretario primero y yo. Los demás no eran profesionales de la cosa pública, todos tenían que buscarse su sustento y el de sus familias al margen de ser diputado. Creo sinceramente que la profesionalización que se produjo posteriormente no trajo ventajas a las comunidades y la mayor parte de la profesionalización de todos los miembros no tiene justificación.

¿Qué le animó a pasar de la Abogacía a la política?

Algunos amigos que insistieron hasta la misma noche en que se cerraron las listas. Yo decía reiteradamente que no, había vuelto a España para hacer unas oposiciones a cátedras de la Universidad Complutense de Madrid, ese era mi objetivo. Pero finalmente y después de múltiples negativas, muy buenos amigos, a la cabeza de todos Luis Germán, me dijeron que aparcara las oposiciones, que aparcara irme a Madrid y como todos ellos tenían una trayectoria de la junta de fundadores de Andalán y del seminario de estudios aragoneses, decidí que lo aparcaba. Me tocaba participar un poco en la creación de país y no me arrepiento lo más mínimo.

Y volvió a la universidad…

Siempre, mientras fui presidente en las Cortes mantenía una clase semanal y un curso de doctorado y los lunes daba clase en la facultad, al margen de cualquier nombramiento, sueldo o retribución, eso no se planteaba en aquella época. Actualmente soy profesor emérito en la Universidad de Zaragoza y acabo de pasar a ser colegiado ejerciente, como una forma de prolongar vida profesional.

Presentación de publicaciones y vídeo del I aniversario de la Constitución de las Cortes de Aragón el 21 de mayo de 1985.
Archivo de las Cortes de Aragón.