¿Cómo fueron esos momentos?
Las elecciones generales que tuvieron lugar el año anterior, en el 1982, dieron una victoria absolutamente apabullante al partido socialista con 102 escaños y en toda España lo que se advertía es que las elecciones autonómicas, que se iban celebrar el 8 mayo de 1983, iban a ser una confirmación de aquella victoria. Como así sucedió.
Aquellas elecciones, como las de toda la Transición, tenían el atractivo de saber que se estaba saliendo de un sistema autoritario y que se estaba haciendo con un consenso muy mayoritario de la población en cuanto a que había que buscar nuevos caminos. Las elecciones autonómicas representaban ese nuevo camino para fundar un Estado no solo basado en la libertad sino también en la descentralización territorial.
¿Cómo vivió la aprobación de Estatuto de Autonomía de Aragón?
Gran parte de 1981 y hasta finales de 1982 yo estaba viviendo en Alemania con una beca de la Fundación Alexander Von Humboldt, estudiaba y trabajaba en Heideberg. No estuve presente cuando se aprobó el Estatuto en agosto de 1982, pero sí que en aquella época realizaba actividades autonómicas. Precisamente en ese mes, una delegación del parlamento de Cataluña, encabezada por su presidente Heribert Barrera, estuvo en el parlamento alemán y desde el Instituto, me pidieron si podía traducir del alemán al español el reglamento y hacerles de traductor. Volví a España a finales de diciembre de 1982 y el 8 de mayo de 1983, el presidente Barrera asistió a mi elección como presidente del Parlamento aragonés.
No estuve presente en la aprobación del Estatuto, pero obviamente estaba al día de todas las noticias que llegaban de España a través de los periódicos y la radio española.
¿Qué supuso el Estatuto de Autonomía para Aragón y para usted?
Las primeras elecciones autonómicas representaron poner en marcha las instituciones. En una ocasión, el alcalde de Zaragoza, Ramón Sainz de Varanda, me preguntó dónde veía yo el futuro de las Cortes y le dije que en la Aljafería. Para mí era un lugar hermosísimo, aunque estaba en auténtica ruina. Las elecciones fueron el 8 de mayo, me eligieron el 20 de mayo por la mañana y por la tarde fuimos a la Aljafería y nos pusimos de acuerdo que ahí debería tener su ubicación las Cortes de Aragón. Era de propiedad municipal y lo acababa de recibir el Ayuntamiento como cesión del Ministerio de Cultura de la época.
Ese fue el primer acto autonómico porque las Cortes no tenían sede, ni funcionarios ni personal. Al día siguiente del nombramiento, era sábado, metí un folio en blanco en una máquina de escribir y comencé a redactar unas normas provisionales de funcionamiento. Normas provisionales que estuvieron en vigor mucho tiempo.
Me instalaron en el edificio de la plaza de Los Sitios, en la antigua delegaciones de Hacienda, al lado del despacho de Santiago Marraco, que fue elegido presidente de la comunidad autónoma el 6 de junio del 1983. Siempre digo, en broma, que había separación de poderes entre el Ejecutivo y el Legislativo y que era exactamente de 10 metros. Ahí comienza el trabajo de las Cortes.
La primera ley que aprueba las Cortes de Aragón fue el 28 de septiembre y es la de la fijación de la sede en la ciudad de Zaragoza porque el Estatuto de Autonomía no decía cual era la sede de las Cortes. Los parlamentarios no se pusieron de acuerdo y lo dejaron abierto a una futura ley. Tuvimos la precaución de matizar que las Cortes podían celebrar sesiones en otros lugares de Aragón. De hecho, unos días después, celebramos la sesión en Teruel, luego fuimos a Huesca, también fuimos a Ejea de los Caballeros, donde aprobamos la ley del Justicia de Aragón. Estuvimos en Alcañiz. Fue una época de Cortes viajeras por dos motivos, por un lado, estábamos construyendo la sede en la Aljafería y por otro, convenía difundir la idea de autonomía por todo el territorio de Aragón y cuando nos desplazábamos realizábamos muchas actividades en el lugar correspondiente.