José Mª Rodríguez
Desde el momento mismo que llegamos a Oña, al final de la segunda jornada, iba buscando una frase o expresión que resumiera el sentir y vivencias del fin de semana pasado en tierras burgalesas acompañado de esta gente maravillosa y estupenda que acudió a la cita bicicletera del club.
Al cabo de unos días, casualmente, sin buscarlo ni venir a cuento, tropecé con la traducción de la frase inicial del bellísimo y universal himno universitario que acabó con mi, hasta entonces, infructuosa búsqueda.
Y de eso se trata, de disfrutar lo que podamos mientras aún somos –y/o nos sintamos- jóvenes. Agradecer y disfrutar el desinteresado y encomiable trabajo de Paco y Luisa preparando hasta el mínimo detalle la actividad, del apoyo y solidaridad del grupo, del ambiente, de los chistes, bromas y chascarrillos, del paisaje, de la satisfacción de terminar el recorrido y, cómo no, de la excelente, rotunda y honesta gastronomía de la zona, inmune a las extravagancias.
Todo empezó con una propuesta de Paco, que tuvo la amabilidad de proponernos dos recorridos de BTT un tanto alejados de aquí pero muy atractivos. El primero recorre la vía verde de la Sierra de la Demanda y el segundo un tramo de la VV del antiguo ferrocarril Santander-Mediterráneo. Aceptada y aprobada la propuesta, Paco y Luisa no tuvieron ninguna pereza en hacerlas unos días antes, examinando y comprobando el recorrido, puntos de salida y llegada aptos para el autobús, paradas, alojamientos y comidas. Nada quedó al azar y así salió todo, ¡Perfecto!
La Vía Verde de la Sierra de la Demanda se extiende sobre la mayor parte del recorrido de un ferrocarril minero de principios del siglo XX construido por la compañía inglesa «The Sierra Company Limited», con el fin de transportar los minerales de las minas de la sierra de la Demanda hasta Burgos, y de ahí a las entonces pujantes siderurgias vascas. Curiosamente los trabajos de construcción descubrieron parte del yacimiento de Atapuerca.
La BTT de la VV Sierra de la Demanda estaba tan minuciosamente preparada que había menú del día y carta, tanto para ciclistas como para senderistas. El menú del día completo constaba de una primera parte para ciclistas en buena forma, que partía de Monterrubio hasta el Puerto del Manquillo, a 1.440 metros, parte durilla y exigente. La segunda parte, por si algún ciclista no se atrevía con la primera, empezaba en el mencionado puerto hasta Arlanzón.
Al llegar al punto de inicio para los ciclistas, Paco explicó varias veces seguidas, unas cinco o seis, creo, conforme iban llegando a su altura con las bicis preparadas, dónde se tomaba la vía verde y cómo había que continuarla, con todo lujo de detalles y gestos señalando aquí, allá y acullá. Bien instruidos, salieron disparados en varios grupos y en diversas direcciones. Lo típico: que ha dicho por allí, que ha dicho por allá, ¿alguien se ha enterado bien?. Paco, estupefacto, musitó para sí Aequam memento rebus in arduis servare mentem (Recuerda conservar la mente serena en los momentos difíciles). Es el caso que al poco de la estampida y excepto tres, el grueso del pelotón se centró merced a la paciencia de alguno que había escuchado y se desgañitaba llamando a los díscolos.
Aquellos tres continuaron animosos carretera arriba unos centenares de metros, hasta que dos de ellos advirtieron que iban mal. Así que se dieron la vuelta, sin advertir al tercero o éste no se enteró (lo que ocurre en la BTT queda en la BTT), que continuó tan pancho metiéndose un desnivel de campeonato. Tan fuerte iba que hubo que alcanzarlo con el autobús. Así que despedaleó lo pedaleado y se unió al resto. Se perdieron varias veces, como no podía ser de otra manera. Sólo faltaba. E incluso dieron con una granja y un tractor azul y se pararon cuando se toparon con un cartel que advertía cave canem (cuidado con el perro).
Como puede advertir el lector, nada de particular distinto de otras veces. Más de lo mismo. Consuetudo quasi altera natura (La costumbre –o el hábito- es nuestra segunda naturaleza).
Para senderistas estaba prevista una ruta inicial desde el mencionado puerto del Manquillo hasta la localidad de Pineda de la Sierra, unos 8/10 km, punto de reagrupamiento con los ciclistas y avituallamiento con torreznos.
Tras la parada los senderistas nos animamos a hacer una segunda etapa por la tarde. Sigue también formando parte de nuestra naturaleza el confundir las instrucciones, ya sea por parte del emisor o del receptor. Y es Consuetudo inveterata (costumbre, hábito arraigado) en el club que cualquier error se convierte en una multiplicación, bien de altitud, bien de distancia o de ambas cosas. Nunca nos equivocamos a menos, siempre a más. Es el caso que hubo una involuntaria e inexplicable confusión de trazado y distancia del camino a recorrer y lo que en principio iban a ser unos apacibles 10 km se convirtieron en 18. Alea iacta est (la suerte está echada) me dijo Pilar, tan seria como resignada, cuando advertimos la confusión. Sumados los 8 km de la mañana con los 18 km de la tarde hicimos un total de 26 km, una buena calcetinada. Tampoco importó demasiado porque la vía es realmente hermosa. Transcurre por extensos bosques silenciosos y solitarios de roble, pino, fresno y haya, que empiezan a lucir colores otoñales y bordean el antiguo pantano de Arlanzón.
Fotografía de David Vázquez
Con algo de retraso llegamos los senderistas al punto de encuentro, donde nos esperaban todos ya en el autobús. En cuanto, a lo lejos, lo vi, le comenté a Pilar Audentes fortuna iuvat (La fortuna ayuda a los audaces). – Me has leído el pensamiento, contestó.
En Burgos dimos una vueltecita por los alrededores de su maravillosa catedral y calles aledañas, engalanadas del medievo por coincidir con una especie de fiesta local en honor del Cid.
Buena y animosa cena en un típico mesón, copichuela y a dormir.
La etapa del día siguiente se desarrolló sobre la VV del antiguo ferrocarril Santander-Mediterráneo. Los ciclistas empezaron por tierras del Cid, por Vivar y Quintanilla Vivar, tierras adustas, ásperas y severas que dan al mundo personajes del carácter y la talla del héroe castellano al que, entre otras incontables hazañas y anécdotas, se le atribuye la frase Nunca tendré compasión por los que no supieron morir a tiempo. Te dicen esto y no sabes si el paisaje hizo al hombre o al revés.
Los senderistas empezamos en la bella, medieval y serena localidad de Lences y continuamos hasta Terminón, punto de llegada. Bien escogido el nombre, dicho sea de paso. Esta vez nadie se perdió. Era literal y físicamente imposible porque la vía verde está perfectamente balizada y señalizada. En Terminón subimos al autobús, que nos condujo a la preciosa localidad de Oña, donde acababan de llegar los ciclistas. Buena comida también allí, al autobús y a casa.
Una vez más, extraordinarias jornadas de BTT, de paisaje, compañía, convivencia y amistad. No nos cansamos de reconocer y agradecer la generosidad de Paco y Luisa preparando la actividad, con todo mimo y cariño, y que nos hayan enseñado otro magnífico rincón de nuestro país y otras rutas que añadir a nuestro diario. Así se lo hicimos saber. Praesis ut prosis ne ut imperes (Liderar para servir, no para gobernar), comentaron, emocionados y abrumados por los elogios.
Recordad siempre
GAUDEAMUS IGITUR IUVENES DUM SUMUS
DISFRUTEMOS PUES, MIENTRAS AÚN SOMOS JÓVENES
Un fuerte abrazo y ¡hasta la próxima!
NOTA: a pesar de haberlo comprobado en varias fuentes no estoy seguro de la corrección y exactitud de las citas latinas, por lo que pido perdón por el atrevimiento si hay algún error. La idea surgió a consecuencia de la cita que inicia esta crónica. Lejos de pretender una ligereza las he puesto como homenaje a la madre de nuestra lengua y cultura.