D. José Luis Merino Hernández

Mabel Toral, con la colaboración de Cristina Charlez.

José Luis Merino Hernández

Nos recibe D. José Luis Merino Hernández en su despacho. El mobiliario y decoración del mismo adecuado a una persona dedicada al estudio del Derecho. Librería repleta de ejemplares (con el lomo desgastado), la mesa en la que no existe un pequeño hueco que permita apreciar la calidad de su madera. Algún objeto de coleccionista que no solo encaja perfectamente con el resto, sino que añade –si cabe- otros elementos que califican a este estudioso del Derecho, como es José Luis Merino.

Entrevista a don José Luis Merino Hernández, presidente de la academia aragonesa de jurisprudencia y legislación

Aunque habíamos venido a entrevistarte como presidente de la Academia Aragonesa de Jurisprudencia y Legislación, consultando tu CV aparece que eres también doctor en Derecho por la UNIZAR, vocal permanente de la Comisión General de Codificación del Ministerio de Justicia, académico honorario de la Real Academia de Legislación y Jurisprudencia de España y correspondiente de la de Córdoba (Argentina); y fuiste profesor de la cátedra de Derecho Civil con el profesor Lacruz Berdejo y presidente de la Comisión Aragonesa de Derecho Civil. Por supuesto ya sabemos que eres notario (ahora jubilado). También has ejercido nuestra profesión.

Sí, durante 5 años, a raíz de mi jubilación como notario. Quiso ser como un “carril de desaceleración” de mi práctica del Derecho, ir dejando poco a poco la actividad jurídica.

Cuéntanos un poco esto antes de empezar a hablar de la Academia.

¿Qué queréis que os cuente?

Tu vida, tu vocación, por qué Derecho, por qué notario, por qué la Comisión General de Codificación…

Vamos a empezar por el final. Mi pertenencia a la Comisión General de Codificación tiene lugar en la época de la transición, cuando Francisco Fernández Ordóñez, elegido diputado por Zaragoza, es nombrado por Adolfo Suárez Ministro de Justicia. Yo tengo una buena relación política y personal con él, y me pide colaborar en una serie de proyectos de ley; entre otros en la reforma del Código Civil para el restablecimiento en España del divorcio, eliminado durante la dictadura. El ministro quiso agradecerme el trabajo y me nombró miembro vitalicio de la Comisión General de Codificación. Y allí estoy, desde hace más de treinta años.

Desde 1981 sale en tu biografía.

Así que fuiste inspirador y artífice en cierta forma de la ley de divorcio.

Bueno, yo colaboré en ella con Fernández Ordoñez. Al respecto, recuerdo una anécdota divertida: en un primer borrador de la ley se incluía como causa de la separación previa al divorcio “mantener relaciones sexuales extramatrimoniales”. En aquel momento, 1982, yo asistía a un Congreso de parejas no casadas, en el que participé como enviado por el Consejo de Europa, en Mesina (Sicilia), y allí un jurista italiano me preguntó: “¿Cómo va el tema en España en relación a la ley del divorcio y qué causas establecéis?“ Le contesté que una de las causas prevista era mantener relaciones sexuales extramatrimoniales. Entonces, con gran aparatosidad, el italiano exclamó: “¿’Mamma mía’, es que andar de putas es causa de divorcio en España?”. No supe qué contestarle. A mi vuelta, la citada causa fue sustituida por “infidelidad conyugal”.

¿Y tu vocación por el Derecho?

Empecé la carrera de Derecho porque cuando estaba en el segundo curso del bachiller de ciencias, tuve serias dudas sobre mi futuro. Consulté con un profesor del colegio, el cual, para aclarar ideas, me preguntó: “¿A usted que es lo que más le gusta en esta vida?”. Yo contesté sin pensarlo: “Viajar”. “Pues para eso -dijo- tiene que ser diplomático”. “Pues me hago diplomático -afirmé tajante”. “Entonces tendrá que hacer el bachiller de letras y estudiar Derecho”. Y le hice caso: en el último curso del bachiller, faltando unos meses para los exámenes de junio, me pasé a letras; tuve que aprender latín y griego en 3 meses; me aprendí los dos textos previstos para el examen de memoria, e hice todas las pruebas sin diccionario. Eso sí, aprobé en junio por los pelos.

Ya en la carrera de Derecho me empezó a gustar mucho el Derecho Civil. Durante el tercer curso, estudiando Obligaciones y Contratos, escribí mi primer trabajo titulado “El contrato de permuta”, el cual habría de ser el embrión de la tesis doctoral que hice más tarde.

Cuando terminé la carrera no sabía muy bien qué hacer. En un principio empecé a ejercer la abogacía y tuve la oportunidad de entrar en un despacho en Madrid con el profesor Prieto Castro, que era catedrático de procesal y rector de la Universidad, en aquel momento. Estuve con él solamente un mes. No me encontraba a gusto y regresé a Zaragoza, sin saber qué hacer

Fue Mariano Alonso Lambán, adjunto de cátedra del profesor Martín Ballestero, quien me animó a opositar a Notarías, pensando que, dada mi inclinación por el Derecho civil, ésta iba a ser la profesión que más me acomodara. Se brindó a ser mi preparador. Él llevaba bastantes años intentando sacar las oposiciones, sin conseguirlo; yo creo que dar clases en la Universidad le perjudicaba: empleaba todo el tiempo del ejercicio oral de la oposición en explicar un solo tema. No obstante, acepté su preparación. Aún recuerdo que me dijo: “José Luis, si confías en mí, estudias siete horas diarias, de lunes a viernes, y durante el examen no haces lo que hago yo, en tres años te hago notario”. Y lo consiguió. Nunca dejaré de estarle agradecido.

Aprobé en 1969, entré por el Colegio Notarial ahora llamado de Aragón (entonces, de Zaragoza), y en él he permanecido durante 44 años: Albalate de Cinca (1 año), Zuera (10 años), Alagón (4 años) y Zaragoza (29 años) han sido todos mis destinos.

Y en relación con Aragón fuiste Presidente de la Comisión Aragonesa de Derecho Civil en la DGA desde 1994 a 1996.

Cuando se aprobó, en 1982, el Estatuto de Autonomía de Aragón, había dos Comunidades Autónomas con Derecho civil propio que todavía no podían legislar, al carecer de parlamento : Aragón y Baleares. Entonces, el propio Fernández Ordoñez creó por Real Decreto sendas Comisiones, una para Baleares y otra para Aragón, para intentar adaptar los textos civiles, en nuestro caso la Compilación del 67, a la Constitución y suprimir todas las inconstitucionalidades que había: la expresión hijos ilegítimos o naturales, la autorización del marido a la mujer para determinadas actuaciones (por ejemplo, renunciar una herencia), etc

En Aragón, la primera comisión la presidió el prof. Lacruz Berdejo, y de ella yo fui el secretario. La componían representantes de distintas instituciones, jurídicas y políticas. Al celebrarse las primeras elecciones autonómicas, en 1983, nos pareció que lo más prudente era dimitir en bloque, porque era una comisión sin refrendo popular. Dimitimos todos. Celebradas las primeras elecciones autonómicas, con el primer gobierno socialista, el presidente Marraco me propuso crear de nuevo la comisión. La componían 7 miembros y yo la presidí durante un tiempo, realizando las primeras reformas.

Por lo tanto te ha interesado siempre el Derecho aragonés.

Sí. Bueno, en realidad el Derecho Civil en general porque mi tesis doctoral no es de Derecho aragonés, es de Derecho Civil, “El contrato de permuta”.

Que la tienes publicada.

Sí. Esto fue una gran sorpresa para mí. Cuando la defendí y obtuve el sobresaliente “cum laude”, el prof. Lacruz, que había sido mi director,  me animó a que me fuera a Barcelona, me presentara en la editorial Tecnos (especializada en libros jurídicos), y tuviera la paciencia de esperar hasta que me recibiera algún responsable. Estuve una hora en la antesala, me recibieron y en 10 minutos me despidieron; les dejé el borrador de mi tesis, y llegué a olvidarme de todo ello. La sorpresa fue que, 4 o 5 años después, me enviaron por correo un contrato de edición para publicarla. Contrato que, lógicamente, firmé de inmediato, casi sin leerlo.

Así que hiciste la tesis siendo ya notario.

Sí. Lo tuve muy claro. Primero hay que aprobar las oposiciones y luego lo demás.

Vuelvo al Derecho aragonés porque tienes muchos libros.

Yo tengo publicados 19 libros, entre monografías, tratados y manuales (éstos, dirigidos por mí, pero en colaboración con otros compañeros). Salvo “El contrato de permuta”, todos los demás son de Derecho aragonés.

Una persona que no sabía qué hacer, que inició un bachiller de ciencias, que no procedía de una familia de juristas…

En mi familia no había en aquellos momentos más jurista que el hermano de mi madre, que era fiscal. Con él, siendo yo niño, conviví un corto espacio tiempo cuando él era opositor. No influyó para nada en mi vocación, pero sí en el sentido del orden, la disciplina y la constancia que todo opositor debe tener.

No habías vivido en un ambiente jurídico y finalmente has dedicado toda tu vida al Derecho por error o por…

Casualidades…

Simplemente, porque tenías que estar allí.

Si crees en el destino sí, claro. Creo que son casualidades que te van colocando en la vida. De la misma manera que nunca me he ido de Aragón ¿Por qué? Pues no lo sé. Quizá porque no me ha atraído ninguna otra Comunidad, quizá porque tenía una madre muy anciana a la que tenía que cuidar… Son circunstancias que te van conformando y dirigiendo la vida en un sentido determinado.

¿A qué colegio fuiste?

A los Maristas. Allí me “maleducaron”… ¡Es broma!

Era la educación que había entonces.

Cierto. Además, como os he dicho, como mínimo -y no es poco-, a uno de los hermanos maristas le debo el rumbo que en un momento determinado le dí a mi vida.

Te quería preguntar por la Institución de Fernando el Católico.

Mi relación con la Institución Fernando el Católico tiene que ver con mi actividad política. En 1977, el prof. Lacruz Berdejo me pidió que presentara en Villanueva de Gállego  -yo era entonces notario de Zuera-  el partido político que había fundado, Democracia Cristiana Aragonesa. Ello me llevó a incorporarme a él durante un tiempo muy breve.

En vísperas de las elecciones municipales de 1979, me llamó Bolea Foradada, presidente entonces de la UCD en Aragón, y me pidió que me incorporase al partido. Frente a mi resistencia -yo no tenía ninguna intención de “hacer política”-, me puso un “suculento” señuelo: “Si vienes a la UCD te garantizo que vas a tener en tus manos la elaboración del Estatuto de Autonomía de Aragón. UCD va a ganar las próximas elecciones por mayoría, el borrador que se haga en el partido va a ser el texto preferente, no obstante las enmiendas que lógicamente habrá que aceptar, pero en el futuro te identificarás con él”. Acepté. Y no se equivocó.

También tuve que aceptar, aunque no me apetecía nada, presentarme a las elecciones municipales, en las que salí elegido concejal de Utebo y Diputado Provincial por el distrito de Zaragoza. Una vez allí, mis compañeros de UCD me eligieron Vicepresidente de la Diputación Provincial. En esa época yo me ocupaba de muchas dependencias y servicios de la DPZ: el Hospital Provincial, la Maternidad, la Ciudad Escolar Pignatelli (antiguo Hospicio), el Sanatorio Antituberculoso de Tarazona, la Institución Fernando el Católico… No presidía ninguna de ellas, pero las supervisaba todas por orden del Presidente.

La Institución ¿no está en horas bajas?

Se oye poco, es cierto, pero creo que la labor que realiza es importante. Es muy selectiva en lo cultural, pero ello ha permitido, en el tema de publicaciones, que se hayan podido editar ciertos libros que difícilmente habrían sido publicados por otra editorial. Creo que le falta un poco más de dinamismo y proyección exterior.

Además como es un organismo que depende de la DPZ pues me imagino que el partido que en ese momento dirija la DPZ tendrá más o menos interés en difundir la cultura aragonesa. Yo creo que está ahí como una cosa obsoleta que la tienen pero no la utilizan.

No sé si tiene mucha o poca actividad, pero es cierto que carece de visibilidad. Pero eso, como tú decías, depende de la sensibilidad del presidente. Si el presidente tiene interés funcionará y si no lo tiene no funcionará.

En estos últimos años te jubilas como notario pero sigues en activo ejerciendo la abogacía. Y ahora te nombran presidente de la Academia Aragonesa de Jurisprudencia y Legislación.

Lo de la AAJL tiene una historia que conviene conocer. En 1989 se celebra en Zaragoza el centenario del nacimiento de Castán Tobeñas. Se realizan una serie de actividades, bajo los auspicios de Ibercaja. Entre otras, se llevan a cabo unas jornadas de Derecho foral en Jaca; viene José Mª Castán Vázquez, el hijo de Castán Tobeñas, y cuando finalizan las jornadas dice que le gustaría dejar algo permanente en recuerdo de su padre. Le hablo a IberCaja de una posible fundación para dotar becas de postgraduados en Derecho. La idea no prosperó, probablemente por razones económicas. Fue entonces cuando Castán me sugirió recrear la antigua Academia Jurídico Práctica de Zaragoza, creada en 1733, al calor del movimiento de la Ilustración francesa, y que con la Guerra de Independencia prácticamente desapareció.

Varios compañeros constituimos una Comisión Gestora que, tras seis largos años de gestación, logró, por Real Decreto de 28 de diciembre de 1995, la aprobación, por el entonces Ministerio de Cultura, de los primeros Estatutos y la creación, como institución pública, de la Academia Aragonesa de Jurisprudencia y Legislación.

Mis primeros compañeros me eligieron como primer presidente, cargo que ostenté hasta las elecciones celebradas en 2010, en las que consiguió alzarse con la presidencia la candidatura encabezada por Don Angel Bonet Ramón. Éste dimitió cuatro años después, asumiendo entonces la presidencia Don Eduardo Montull Lavilla, el cual, a su vez, dimitió en 2017. Se formó entonces una comisión gestora, que presidí, y en octubre de ese mismo año convocó nuevas elecciones en las que salí elegido de nuevo presidente de la Academia, cargo que ostentó en la actualidad.

Así que ahora presido una segunda etapa en la Academia. En la primera, de 1995 a 2010, me quedé muy satisfecho porque teníamos mucha ayuda económica de las instituciones, es decir, había dinero y posibilidades. Hoy nos cuesta mucho esfuerzo. Hemos conseguido una pequeña subvención del Ministerio de Educación que no sé si se repetirá; también nos ha prometido ayuda la DGA, pero en las circunstancias actuales ya veremos… Así que estamos en esa segunda etapa de mi presidencia en la que intentamos remontar.

¿Y el traslado de la sede de la Academia al Colegio Notarial es cuando estabas tú de presidente? Porque estaba, y sigue el cartel, en Pº Mª Agustín.

Lo que ocurrió fue lo siguiente. En la primera etapa la DPZ se volcó con la Academia. Hubo un presidente muy sensible a estos temas. Nos amparó, nos hizo un convenio, nos dio dinero…y teníamos la sede administrativa en el edificio de la antigua Maternidad Provincial, en el Paseo de María Agustín, donde, efectivamente, sigue el cartel anunciador de la Academia. Celebrábamos los plenos en el salón de sesiones de la DPZ. Pero cambió el presidente y el salón de sesiones lo destinaron sólo a los actos políticos e institucionales. Entonces nos teníamos que reunir en un salón muy poco vistoso del palacio de Sástago, con un acceso complicado. Pero así subsistimos un tiempo.

Cuando fui reelegido presidente, en 2017, tuve una entrevista con el actual Decano del Colegio Notarial, Don Dámaso Cruz, y a raíz de ella la Junta Directiva tomó el acuerdo a partir del cual se nos permite tener la sede de la Academia en el propio edificio del Colegio y celebrar allí todos los actos importantes. Sin embargo, al carecer de oficinas propias, tenemos que mantener las de la Maternidad, para conservar todo el material editorial que se ha producido en todos estos años, que es mucho.

Todo esto porque te sigue interesando el Derecho aragonés.

Es que el Derecho aragonés es lo que he vivido toda mi vida, es lo que conozco. Además me gusta, es un Derecho muy singular y especial.

Yo creo que, en su momento, fue un Derecho muy moderno. Quizás ahora se ha quedado un poco desfasado en algunas materias: discapacidad, parejas de hecho…

A mi juicio, el Derecho aragonés pasa por muchas etapas. Una primera etapa histórica, con los Fueros y las Observancias, en la que fue un Derecho muy vivo, muy interesante, muy avanzado en muchos temas…Luego viene el periodo del siglo XX donde el ordenamiento sufre una importante decadencia, hasta que se promulga la Compilación de 1967.

En ese momento, un equipo dirigido por el prof. Lacruz Berdejo aborda la ingente labor de actualizar el viejo Derecho foral. Pero no es sólo una adaptación de los viejos Fueros, hay también una importante labor de creación institucional, una cierta “reinvención” del Derecho histórico, con una importante inspiración en el Derecho alemán vigente (por ejemplo, la Junta de Parientes). Un Derecho con una importante base visigótica, renacida en el pequeño Reyno aragonés, partiendo de su foralidad capitalina de Jaca, con un interesante intercambio con las costumbres (“coutumes”) francesas, del otro lado de los Pirineos, con cuyas regiones mantiene el pequeño reino jacetano permanentes lazos, incluso conyugales y de sangre. Y todo ello, con un rechazo histórico al Derecho romano recuperado en los países que ahora conforman Europa.

Con la Compilación de 1967 nace un Derecho aragonés para entonces muy avanzado y moderno. Pero, claro, han pasado ya 52 años, y después de más de medio siglo las instituciones aragonesas apenas han cambiado en su regulación, lo que hace que, a mi juicio, se esté sufriendo un retraso, sobre todo en comparación con el avance de otros ordenamientos civiles.

Aunque te jubiles de tus funciones de notario y abogado vas a seguir con todo esto.

Naturalmente. Jubilado de notario ya estoy y, recientemente, he pasado a la condición de abogado sin ejercicio. Pero naturalmente seguiré, es lo mío, no sé hacer otra cosa.

La Comisión General de Codificación que estaba con la modificación del Código Civil ¿en qué situación se encuentra esa reforma?

La Comisión, durante el 2017 y parte del 2018, ha estado trabajando en la reforma del Código civil y de la Ley de Enjuiciamiento civil en materia de discapacidad. Se ha hecho una reforma total partiendo de la Convención de Nueva York de 2006, sobre la base de un criterio fundamental: no existen incapaces; todo ser humano tiene plena capacidad jurídica, en la medida en que es titular de todos los derechos reconocidos por las leyes, sólo que en determinadas circunstancias no puede actuar, tiene limitada su capacidad de obrar. Es entonces cuando hay que procurarle las necesarias medidas de apoyo, con el nombramiento de un curador.

El Consejo de Estado ha emitido informe favorable a la reforma, que ahora está pendiente de que el nuevo Ministerio de Justicia lo envíe a las Cortes para su tramitación como proyecto de ley.

Ahora, en este año, hemos entrado en una nueva etapa en la que, aparte pequeñas reformas terminológicas de las llamadas “de género” (por ejemplo, sustituir la expresión “buen padre de familia” por otra que sea ambivalente), además de ello la Ministra nos ha encomendado un trabajo muy interesante: ella considera que el sistema legitimario ha quedado obsoleto, pero como sabe que va a haber mucha oposición a que se establezca un modelo de libertad de testar absoluto, ha solicitado dos anteproyectos de reforma del Código civil: uno para mantener el sistema legitimario, pero más modernizado, y otro para defender la libertad de testar absoluta. Y para ello, el presidente de la Comisión General ha constituido dos subcomisiones; en la que defenderá la libertad de testar ha nombrado a tres miembros, y uno de ellos soy yo.

¿Cómo lo vamos a hacer? Mi compañero Victorio Magariños y yo lo tenemos bastante claro. Pueden ser muy pocos artículos. Se comienza por afirmar que toda persona es libre para disponer de sus bienes por cualquier título y en favor de cualquier persona. Y después se establece un sistema de derecho de alimentos, similar a lo dispuesto en el artículo 515 del Código del Derecho Foral de Aragón. Con ello se suprime la legítima pero si al fallecer el causante, uno de sus hijos está en situación de pedir alimentos, y esos alimentos se los estaba satisfaciendo o debiendo su progenitor, los herederos de éste, y con cargo a los bienes recibidos en herencia, y en la proporción recibida, seguirán pagando esos alimentos.

¿Esta reforma se va a llevar a cabo a la vez de la que estabas comentando de la discapacidad?

Lo relativo a la discapacidad está hecho ya. La cuestión de la legítima está todavía en estudio. Se empezará a discutir en octubre o noviembre. Algunos de mis compañeros están preocupados porque creen que en la Comisión hay una mayoría favorable a la legítima. Yo pienso que es seguro que en la Comisión la mayoría apoyará continuar con la legítima, pero la decisión no la vamos a tomar nosotros, la tomará el Ministro o la Ministra de Justicia y, en última instancia, el Congreso de los Diputados. Yo tengo la sensación de que se impondrá en el Código civil la libertad de testar. Si es así, ya veremos qué hacen las legislaciones civiles territoriales, entre ellas la aragonesa, que todavía mantienen el sistema legitimario. Sería muy bueno unificar esta materia en toda España.

Escribes con frecuencia en Heraldo de Aragón.

Sí, cada veinte días, aproximadamente. Son pequeños artículos en los que, de una forma sencilla, asequible a cualquier lector aunque no sea jurista, voy explicando distintos aspectos del Derecho civil de Aragón, en concreto aquéllos que considero más útiles para la vida de los aragoneses.

Un placer José Luis haber tenido esta conversación contigo y esperamos que sigas con todas tus actividades por muchos años más.

Muchas gracias a vosotras. Ha sido un placer mantener esta conversación.

Y tras acompañarnos hasta la puerta para despedirnos – como no podría ser de otra forma viniendo de un auténtico caballero-, lo dejamos entre sus libros, sin duda con esa añoranza que nos produce el haber rememorado gran parte de nuestra historia – incluso política, al haber sido testigo de primera fila de la transición a la democracia-, a través de los ojos y experiencias de un jurista de nuestra tierra aragonesa.

Muchas gracias José Luis por seguir el consejo de aquel profesor de los Maristas que te llevó a elegir “viajar”, quedándote en esta nuestra ciudad de Zaragoza.