Entrevista a
José Antonio Arzoz
Pilar Arnas. Foto: Lourdes Funes

Es habitual verle en la Audiencia Provincial, no es abogado ni magistrado. Desde que se jubiló, asiste a todos los juicios que puede. Su percepción y capacidad de observar el conjunto del caso desde fuera de las partes implicadas, unida a su calidad humana, le ha valido la admiración de muchos profesionales de la judicatura y la abogacía. Él es José Antonio Arzoz Claver.

¿Cuánto tiempo hace que asiste de forma habitual a los juicios?

Desde que cesé en mi actividad laboral y pasé a la situación de jubilación, hace ya más de diez años, participo de esta nueva experiencia que es la de asistir con asiduidad, y como simple e imparcial espectador, a gran parte de los juicios que se celebran en las Salas de lo Penal de la Audiencia Provincial de Zaragoza y en algunos recursos ante el TSJA.

¿Por qué comenzó a asistir de forma asidua a los juicios?

A pesar de que mi formación personal no ha sido precisamente jurídica, he sentido siempre a lo largo de mi vida una especial curiosidad relacionada con la administración de justicia.

Por mi condición de voluntario que soy desde hace 25 años del Teléfono de la Esperanza de Aragón, fui designado en su día, junto con otras dos personas, para desarrollar un programa en el módulo de mujeres del Centro Penitenciario de Torrero y posteriormente en Zuera, desde su inauguración que, dicho sea de paso, fuimos invitados al acto. Disponíamos de una credencial especial que nos fue facilitada para acceder y poder desarrollar nuestra labor, no en el locutorio de comunicación, sino de una forma más cercana, en el interior del propio módulo.

Tengo que decir que fue una experiencia inolvidable. Las internas elogiaban y agradecían nuestra labor y fui partícipe de muchas confidencias por su parte.

A veces nos manifestaban las circunstancias que les habían llevado a esa situación y aludían a personas que habían intervenido a lo largo de su vida hasta verse privadas de libertad por haber delinquido. Debo de manifestar, en honor a la verdad, que jamás escuché una sola palabra de crítica ni reproche hacia los jueces o tribunales que las habían enjuiciado y condenado.

¿Se aprende mucho de la condición humana asistiendo a los juicios?

Decía el escritor polaco Stanislaw Jerzy: “Todos somos iguales ante la Ley, pero no ante los encargados de aplicarla.”

Es obvio tener presente que, a pesar de las nuevas tecnologías existentes en la actualidad, las sentencias no las dicta un ordenador, sino que tienen que seguir haciéndolo unos profesionales con distintas ideologías, sensibilidades e interpretaciones a la hora de valorar los hechos, aunque por supuesto estén aplicando la legislación vigente en cada momento, como no podría ser de otra manera. Tengo que decir que personalmente me impacta la labor de los tribunales. Siento un gran respeto por el trabajo que realizan y la seriedad, dignidad y solemnidad con que actúan a lo largo de las vistas, a pesar de los escasos medios de que disponen. La Administración de Justicia debería de estar dotada de presupuestos suficientes para garantizar el óptimo funcionamiento de este Poder del Estado.

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“Es difícil comprender a veces que una cosa es la Ley y otra la Justicia”

¿Qué es lo que le atrae para seguir acudiendo a los juicios prácticamente todos los días?

A veces recuerdo la conocida frase de Concepción Arenal: “Odia el delito y compadece al delincuente.”

Pero yo me preguntaría: “¿y las víctimas?” Admito que se pueda mostrar cierta sensibilidad hacia el delincuente, pero sin olvidar a las víctimas, que han tenido que padecer y sufrir las consecuencias del delito cometido. Considero necesario el conjugar ambas afirmaciones.

Admiro la labor del Ministerio Fiscal, ya que son unos buenos profesionales y generalmente desempeñan muy bien su labor. Su misión no sólo es acusar, sino que es el garante de la legislación vigente y por lo tanto deben de saber modificar sus conclusiones provisionales cuando a lo largo del plenario consideran que no se ha podido acreditar la acusación que inicialmente mantenían en la calificación de los hechos.

¿Se aprende mucho de la condición humana asistiendo a los juicios?

Decía el escritor polaco Stanislaw Jerzy: “Todos somos iguales ante la Ley, pero no ante los encargados de aplicarla.”

Es obvio tener presente que, a pesar de las nuevas tecnologías existentes en la actualidad, las sentencias no las dicta un ordenador, sino que tienen que seguir haciéndolo unos profesionales con distintas ideologías, sensibilidades e interpretaciones a la hora de valorar los hechos, aunque por supuesto estén aplicando la legislación vigente en cada momento, como no podría ser de otra manera. Tengo que decir que personalmente me impacta la labor de los tribunales. Siento un gran respeto por el trabajo que realizan y la seriedad, dignidad y solemnidad con que actúan a lo largo de las vistas, a pesar de los escasos medios de que disponen. La Administración de Justicia debería de estar dotada de presupuestos suficientes para garantizar el óptimo funcionamiento de este Poder del Estado.

Estar dentro no es lo mismo que asistir como un espectador, ¿hay mucho cambio con las nuevas generaciones?

Es difícil comprender a veces que una cosa es la Ley y otra la Justicia. Decía Montesquieu que una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa. No pretendo valorar la agilidad en las respectivas instrucciones sumariales, ni la correcta aplicación del ordenamiento jurídico. Me limito solamente a lo que vengo observando en calidad de testigo presencial desde los bancos del público.

La verdad es que extraigo muchas conclusiones, tanto de lo que veo y oigo en sala como en los pasillos. A las nuevas generaciones es normal que les falte la experiencia, que solo se adquiere con el tiempo, pero eso ocurre en todas las facetas de la vida.

¿Qué es lo que más le ha impresionado en todo este tiempo?

He asistido a muchas vistas sobre diferentes delitos, pero no oculto mi perplejidad ante una causa por malversación de fondos en la que se sentaron en el banquillo tres acusados. Considero que los delitos de corrupción no siempre son fáciles de probar a lo largo del plenario, pero en este caso concreto lo tuvo que valorar un Jurado Popular, que a pesar de que uno de los acusados reconoció y confesó el delito de cohecho que afectaba a todos, el veredicto fue de “no culpabilidad”, por lo que el Magistrado-presidente no tuvo más remedio que dictar sentencia absolutoria.

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Estoy seguro de que el resultado hubiera sido diferente si lo hubiera juzgado un Tribunal Profesional. Siempre digo que los veredictos de los jurados populares son imprevisibles.

¿Quiénes son más beligerantes, los jóvenes abogados o quienes tienen ya una trayectoria más dilatada?

Conozco y admiro a excelentes letrados, con mucha experiencia como penalistas, muy brillantes en sala y sin necesidad de tener que recurrir a la demagogia en sus respectivos informes. También conozco a otros más jóvenes que, aunque lógicamente les falten “tablas”, lo están haciendo muy bien y demuestran su técnica y preparación.

Le doy mucha importancia a la forma de realizar los correspondientes interrogatorios en las testificales y periciales. Según mi humilde opinión, se puede ser vehemente y beligerante, pero siempre con respeto.

A veces, la imagen que se puede tener desde fuera es que los magistrados, e incluso algunos letrados son personas frías, distantes, ¿es leyenda urbana?

No se puede generalizar. Lo cierto es que cada uno tiene su propio talante y personalidad, pero cambia mucho la imagen que pueden dar en sala a cuando los conoces personalmente de cerca y compartes un café con ellos.

Me llega a molestar cuando oigo críticas dirigidas hacia los tribunales, fiscales y letrados por parte de algunos ciudadanos, ignorando que es el Poder Legislativo el responsable de que se produzcan determinadas sentencias, ya sean condenatorias o absolutorias, incomprendidas por algunos sectores de la sociedad.