Mabel Toral. Con la Colaboración de Mª Cristina Chárlez.
El pasado día 18 de diciembre, tuvimos una amena conversación –en la línea de estas periodistas aficionadas– con Ignacio Martínez Lasierra, quien desde hace ya unos años es Magistrado de la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Aragón.
La entrevista tuvo lugar en una sala de la sede de nuestro colegio. Ubicación elegida por Ignacio ya que, aunque hace unos años es Magistrado, no abandona su condición de abogado. Abogado, por otra parte, que ha sido y sigue estando comprometido con este Colegio y al que acude cuando se le solicita –especialmente con motivo de actividades de Formación–.
Tanto es así, que incluso confesó que, estando próxima la fecha de su jubilación como magistrado, no piensa hacerlo como letrado; momento en que modificará su condición de abogado sin ejercicio que hasta ahora mantiene, a ejercer de nuevo su profesión letrada. Sin duda su visión desde distintos prismas de los problemas jurídicos y de funcionamiento de la Justicia, son enriquecedores y muy a tener en cuenta, partiendo de la principal premisa de que todos –los denominados operadores jurídicos– estamos en el mismo barco: la Justicia. Y nuestros comunes esfuerzos han de remar en la misma dirección.
Muchas gracias Ignacio por regalarnos tu tiempo y por tus cariñosas palabras para con estas compañeras que hacemos extensible para todos los abogados zaragozanos.
Buenos días Ignacio. Queríamos hablar contigo porque eres un referente en nuestra profesión habiendo sido abogado y ahora Magistrado del TSJA. Estudiaste en la Universidad de Zaragoza Derecho; Coméntanos tu CV
Mi promoción es la de 1967-1972. A partir de junio de 1972 empecé a acudir como pasante al despacho de Antonio y Jesús Bergua Camón. Entonces, simultáneamente, estaba haciendo las prácticas de milicias.
En enero de 1973 me matriculé como abogado en ejercicio hasta el año 2008 en que se produce mi nombramiento como magistrado de la Sala Civil y Penal del TSJA y paso a colegiado sin ejercicio del REICAZ
También estabas como profesor de la UNIZAR
Sí. En la Universidad empecé como profesor ayudante en 1977, en la cátedra de Derecho Civil. Normalmente siempre en el equipo de Jesús Delgado desde 1977 hasta 2004. De profesor ayudante cambié a profesor asociado a tiempo parcial, compatibilizándolo con mi ejercicio profesional como abogado.
En 2004 la Universidad entendió que el número de profesores permanentes era suficiente para cubrir la docencia del Derecho Civil. De tal manera que no se renovaron los contratos de los profesores asociados a tiempo parcial de algunas áreas.
¿Impartías también docencia?
Algún tipo de sustitución en algún momento determinado en la Escuela de práctica jurídica, y donde sí di clase fue en el Reicaz. Inicialmente en los cursos del Turno de Oficio, después durante bastantes años en práctica procesal civil junto con Javier Hernández Hernández.
¿Naciste en Zaragoza?
No. Nací en Ávila en julio de 1950 pero mis padres se trasladaron a Zaragoza a los dos meses, en septiembre de 1950.
Entonces puede decirse que tu vida está ligada a Zaragoza.
Salvo esos dos primeros meses siempre he vivido en Zaragoza. Ávila la conocí con 20 años.
¿Estudiaste aquí?
Terminé bachiller en Marianistas. El primer año de carrera lo empecé en Deusto pero duré poco, un trimestre. Aprobé todos los exámenes trimestrales de Derecho y suspendí los de Economía, de tal manera que entonces la cosa quedó muy clara: no iba a seguir los pasos de alumnos como Mario Conde (con el que creo que coincidí allí, él en algún curso superior, en la carrera que se conocía como la Comercial de la Universidad de los jesuitas, lo que después sería el equivalente a la doble licenciatura en Derecho y Economía).
Vamos, que me quedó muy claro. Además la ciudad me sentó muy mal, me deprimió muchísimo; en aquella época Bilbao resultaba triste, gris, lluviosa.
Imagino que influiría también el ambiente social.
Bueno, creo que en ese año el ambiente se notaba pero nosotros lo notábamos menos. La Universidad y el Colegio Mayor se encontraban al lado de la ría, muy industrial, con un permanente ir y venir de aquellas barcazas llenas de hierro que iban a la siderurgia. Yo volví deprimido de Bilbao.
Tu decisión de dejar aquello fue acertada.
Cuando volví encontré la luz en los estudios, en la carrera, la luz de Zaragoza…
El tiempo te ha dado la razón de que la decisión fue la acertada.
Durante los años de ejercicio profesional ¿te has dedicado siempre al Derecho Civil?
Si, fundamentalmente. Bueno, en aquella época siempre pensé que era imprescindible para un abogado en ejercicio, salvo especializaciones propias como las ramas fiscal o laboral, trabajar en civil y penal. El penal me parecía indispensable por muchas razones: te acerca a una vida y a unos problemas de personas que merecen la atención de profesionales como los abogados. Además, entonces el Turno de Oficio era obligatorio. Yo pertenecí al TO hasta el año 2000; ese año cumplí 50 y me pareció que era una edad apropiada para dejarlo; hasta entonces me parecía que pertenecer al TO era un deber, aunque posteriormente dejara de ser obligatorio. Y desde el punto de vista de la formación y del trabajo profesional porque a falta de la oralidad en el procedimiento civil, teniendo en cuenta que el procedimiento civil era un procedimiento esencialmente escrito, era indispensable llevar asuntos penales para saber estar en un juicio, saber hablar, saber disponer, manejar oralmente la situación… Por lo tanto, creo que era importantísimo saber reaccionar y sobre la marcha dar solución a situaciones que se plantean en un procedimiento oral.
Improvisar y tener la suficiente base jurídica para reaccionar.
Mi ejercicio profesional era el propio de un abogado generalista que en aquella época, en la que había poca especialización, era lo habitual. Al cabo del tiempo también me dediqué también en parte al Derecho Administrativo, en las cuestiones que afectaban a un Colegio Profesional con el que mantuve relación profesional durante muchos años.
Has dicho que empezaste en el despacho de los hermanos Bergua. Me parece recordar que Jesús Bergua era el bibliotecario del Colegio cuando la sede estaba situada en lo que era la Audiencia Territorial. Si no estoy confundida y no recuerdo mal. ¿No te ha llamado nunca pertenecer a la Junta de Gobierno, la vida institucional del Colegio?
Yo lo intenté. Me presenté en dos ocasiones y no fuí elegido en ninguna, de forma que ahí se acabaron mis intentos. En una de las ocasiones no resultó elegida una completa de las candidaturas sino mezclados los componentes de las dos, a diferencia de lo que suele ocurrir. La nuestra la encabezaba Joaquín Gimeno pero mi opositor era Alfonso Horno, por lo que era difícil competir con Alfonso, un tío tan encantador.
Te lo comento porque siempre has seguido mucho la vida colegial, por lo que me extrañaba que no lo hubieras hecho desde dentro de la institución.
Lo intenté pero…
En relación con la colaboración con el Colegio. Eres muy accesible y siempre solicitamos tu colaboración para charlas, etc.
Lo hago encantado. Cuando se me pide, me parece fenomenal y creo que es una obligación.
Creo que el Colegio aporta mucho a los colegiados que se interesan, sobre todo en formación. Creo que ofrece mucho y me parece que es una obligación colaborar.
Pendiente siempre el complicado tema sobre “charla de recurso de casación”.
Me acuerdo en una charla sobre recursos de casación lo primero que dijiste fue: por favor, sed breves, concisos en los recursos.
Es una regla básica para centrar el objeto del recurso. Por lo demás, estas charlas son necesarias para todos los que trabajan en el ámbito de nuestro derecho civil, especialmente en Derecho de Familia, en la que se interponen la mayoría de los recursos de casación que llegan a la Sala. Y los más interesados deben ser los abogados del Turno de Oficio que se ven en muchas ocasiones en la necesidad de apurar los recursos en los casos que se les encomiendan. Desgraciadamente, muchos de esos recursos fracasan ya en la fase de admisión por no observar los requisitos formales de este recurso extraordinario, y encontrarse con un auto de inadmisión resulta muy duro y muy difícil de explicar al cliente. Distinto es que el recurso sea desestimado en cuanto al fondo. Por eso creo que los abogados del Turno deben manejar las herramientas suficientes para que por lo menos el recurso se admita. Y desde la perspectiva de la defensa de un cliente del Turno de Oficio, antes de emprender un recurso de casación sin posibilidades, la opción que también debe manejarse es explicarlo al cliente y, en su caso, emitir el informe correspondiente de insostenibilidad. Creo que eso habría que hacerlo más a menudo.
Con una guía no muy complicada que contemple cómo afrontar los requisitos para interponer un recurso de casación, se puede sacar adelante un recurso para que, al menos, se admita.
En 2015 participaste en unos encuentros de Jueces y Arbitros en la Cámara de Comercio como ponente. Tu tema era el Convenio Arbitral. ¿Crees en esa Justicia alternativa: arbitral o de mediación?
Yo sí creo. Pero me parece que la mayoría de los abogados, una vez se enfrentan a la necesidad de iniciar un pleito, no contemplan la posibilidad de intentar una solución extrajudicial.
Yo participé como árbitro en algunos arbitrajes colegiados con Javier Hernández Puértolas, Javier Sancho-Arroyo, y otros, y en esos arbitrajes aprendí mucho, trabajé muchísimo y me resultó muy enriquecedor.
Tenías dos buenos maestros
Extraordinarios los dos. Disfruté en los arbitrajes que hicimos juntos porque además creo que resultaron arbitrajes de calidad, que dan satisfacción cuando las partes comprueban que la atención que reciben es más personal y pausada que la que se puede recibir en los tribunales, donde el procedimiento resulta más rígido y el volumen de asuntos reclama celeridad.
Parece que estos procedimientos de solución de conflictos están siendo poco utilizados por los abogados. En la Cámara de Comercio están un poco apenados porque no se utilizan, y yo creo que deberían funcionar. Son más rápidos y pueden ser más baratos (no hay sucesivas instancias y los honorarios pueden ajustarse antes).
En fin, creo que se podrían promocionar más, y no por desconfianza en los tribunales sino porque que ofrecen buenas alternativas para determinados asuntos.
No te falta razón que hay muchos abogados que no creen en esa resolución de conflictos. Pero en la ciudadanía en general no existe esa cultura de arbitraje y mediación ya que la opinión es “si tengo razón o no que me lo diga un Juez”. Es difícil convencer a tu cliente que la solución te la va a dar una persona que no es Juez pero que está tan capacitado como él para resolver. Si al final convences al cliente de acudir a la mediación o arbitraje creo que se queda más contento que si acude a un Juzgado con el formalismo y la demora que conllevan los asuntos judiciales. Creo que no hay cultura social para acudir a esa alternativa de resolución de conflictos.
Sí. El planteamiento de quien se ve abocado a un pleito es “a mí que me lo diga la autoridad, un juez pues si me lo resuelve una persona que es igual que mi abogado, entonces no sé si confiar”. La razón es la desconfianza.
Yo creo en los arbitrajes colegiados porque la resolución de un juez es recurrible y un laudo no, es la única instancia y por éso un arbitraje colegiado ofrece más confianza.
Estás adscrito a la Sala de lo Civil y Penal del TSJA y creo que estás de refuerzo en la Sala de lo Contencioso. ¿Con qué te quedas?
Con la que es mi vocación inicial: el derecho civil. De hecho, en la elección de los miembros de la Sala por el turno autonómico pesa el conocimiento del derecho civil propio. Es el tribunal que elabora la doctrina jurisprudencial sobre derecho civil aragonés, y sus integrantes deben tener conocimientos más específicos en la materia.
Cuando yo ingresé en la sala en 2008 no teníamos competencias en materia penal. Lo único que veíamos eran las apelaciones del tribunal de jurado. A partir de 2015 se instauró la doble instancia penal, con una vacatio bastante larga porque solo se empezaron a juzgar en apelación en los Tribunales Superiores aquellos asuntos que se iniciaban en aquel momento, por lo que no nos empezaron a llegar los asuntos penales hasta unos dos años más tarde (el tiempo en el que llegaban a las Audiencias Provinciales y allí se resolvían en primera instancia). De manera que este año en concreto los datos que tenemos en la Sala son unas cincuenta casaciones civiles y unas cien apelaciones penales, que seguirán aumentando, de forma que el trabajo en la Sala está empezando a cambiar y cada vez estamos más volcados en los asuntos penales que en los civiles, con la peculiaridad de que los asuntos civiles tienen un porcentaje de inadmisión relativamente altos, por lo que dictamos relativamente pocas sentencias. En cambio, las apelaciones penales acaban todas en sentencia.
Volviendo a esto, en el año 2007 o 2008 ¿decides presentar tu candidatura porque te gusta la judicatura?
Cuando terminé la carrera solo me gustaba el ejercicio práctico del Derecho. Por lo tanto entendía posible ser abogado o juez. Para llegar a ser juez tenía por delante unos años de oposición y en aquel momento me apetecía empezar a vivir el derecho de forma práctica ya. En aquella época no se me ocurría hacer una oposición, y la profesión de abogado es extraordinaria. También la de juez, pero cuando opté a la plaza de magistrado ya tenía treinta y cinco años de ejercicio profesional. Es un cambio, como si te dieran cuerda de nuevo. Sabemos todos que en el despacho siempre hay asuntos distintos y el ejercicio es variado, pero si cambias de perspectiva es como si te dan cuerda y tienes otra vez ganas de hacer algo nuevo y distinto.
¿No piensas que con tantos años de ejercicio como abogado, tu visión de lo que son los conflictos que se plantean en los tribunales te ayuda a resolver los asuntos como magistrado?
Supongo que sí. Son perspectivas distintas. Es inevitable, yo me veo en el lugar del ciudadano que acude a los tribunales y en el del abogado que defiende sus intereses. De manera que procuro acordarme de nuestras reivindicaciones frente a una sentencia, a la que pedíamos una explicación coherente y suficiente para que como abogado la entendiera y la pudiera explicar al cliente, aunque pudiera no estar conforme.
Pedimos a los jueces: Quítame o dame la razón pero razonadamente.
Me enfrento a esas situaciones y sé que la perspectiva es diferente a la de quienes han practicado el ejercicio de juzgar de otra manera desde el inicio de su carrera.
¿Qué opinas sobre la relación con los profesionales que acuden al juzgado?
Siempre he dicho entre mis compañeros jueces que los abogados no se sienten maltratados por el contenido técnico de una sentencia contra la que cabe interponer recursos para tratar de modificar un primer fallo contrario a sus tesis. Pero importa mucho el trato. Con un buen trato recibes de mejor grado cualquier resolución; te da la impresión de que en definitiva compartes algo. Y creo que es tarea de un buen juez conseguir que el abogado colabore. Y colaborar exige reciprocidad; el juez tiene que ser flexible, tiene que explicar porqué, en un momento determinado, una prueba o una alegación no es admisible, pero hay formas y formas de explicarlo, y según como se haga el abogado puede admitirlo de buen grado y se llega a ese sistema de colaboración. Los abogados, por otra parte, tienen que convencerse de que son parte de la Administración de Justicia. No todos los abogados lo entienden así, sobre todo cuando se comienza en el ejercicio profesional. Al principio lo que importa es ganar asuntos, pero con el tiempo te das cuenta de que lo importante no es ganar tú, sino que al cliente el asunto le resulte lo mejor posible, y éso no siempre se consigue bajo la perspectiva del éxito del profesional. Hay situaciones en las que, contemplado desde la posición del juez, te das cuenta de los errores de algunos abogados que se empeñan en mantener posturas maximalistas que al final llevan a su cliente al desastre. Se producen condenas a ciudadanos como consecuencia de la cerrazón de un abogado por no querer admitir una solución que se ofrecía como posible y que resultaba más favorable a ese cliente.
Las perspectivas claro que cambian. Y creo que con un buen trato se consigue que el abogado colabore, con independencia de la posición que esté defendiendo.
En definitiva eso ayuda al buen funcionamiento de la Justicia
Así es. Nos tenemos que creer que los abogados son parte esencial de la Administración de Justicia. Pero si abogado encuentra, y ocurre con frecuencia, posiciones autoritarias en la dirección del proceso, un no a todo, una continua interrupción a las alegaciones del abogado…pues aquello lleva al desastre.
Es decir, que estamos todos en el mismo barco y tendríamos que ser conscientes de ello.
Ocurre, por ejemplo, con la proposición de pruebas. Se deniegan con frecuencia y en ocasiones obedece a que el juez conoce bien el asunto y puede saber que determinada prueba no le va a servir para nada, pero no siempre es así y a veces se producen denegaciones de prueba que perjudican los derechos del litigante. Y en todo caso se deben dar explicaciones razonables. Lógicamente hay que atajar la proposición de pruebas inútiles pero en ocasiones es preferible pecar de permisivo si no se perjudica la marcha del procedimiento. Lo mismo pasa con los informes. Con interrupciones se provoca que el abogado pierda la concentración y que no se pueda expresar correctamente. Es preferible que se pueda producir una mayor extensión en las intervenciones, pero sin interrupciones se conseguirá más ahorro de tiempo que si se entra en una mala dinámica de confrontación.
Nos queda por referirnos a otra colaboración con el Colegio: la Coral y el grupo de Montaña.
Desde que estoy en los dos grupos todo me resulta más grato. Por supuesto que las actividades esenciales del Colegio tienen que ser las que son: formación, relación con las Administraciones con competencias en materia de justicia, con los jueces, etc. Pero las actividades lúdicas reportan grandes beneficios para los que participan en ellas. El Coro también para el resto porque participa en actos institucionales y da una buena imagen al exterior. Pero da pena que la gente no tenga tiempo. Sé que el ejercicio profesional es muy absorbente pero sacar un rato para estas actividades resulta positivo y muy gratificante.
Además, conoces a compañeros con los que solo has mantenido relación profesional, y resulta enriquecedor relacionarte sin prejuicios y en un ambiente relajante. En la coral no ha sido fácil pero, además de mí, ya contamos con otra juez, y en el grupo de montaña también hemos compartido excursiones con compañeros/as jueces. Y es que es sorprendente la facilidad con la que se entabla una relación libre de prejuicios. Creo que es la ventaja de estas dos actividades.
En el coro con un mínimo de oído puede cantar cualquiera. Luego te tiene que gustar la música, al igual que en montaña esa actividad física.
Con la pandemia echaréis de menos las dos actividades.
Pues sí. En montaña hemos tenido que limitar las salidas a la provincia de Zaragoza, que por cierto merece mucho la pena.
En el coro estuvimos ensayando en un local cedido por el Ayuntamiento, y ahora lo hacemos por Zoom, lo cual es muy complicado porque el ensayo no puede ser del conjunto del coro sino por “cuerdas vocales”.